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Bartomeu Marí, comisario de la exposición Nomeda & Gediminas Urbonas. Dispositivos para la acción, nos plantea la siguiente hipótesis: «Imaginemos por un momento lo que ocurre cuando es una población entera la que emigra de golpe pero sin moverse de sitio, porque el entramado político, económico, social y simbólico que rigió el país en cuestión durante varias generaciones, cambia, por decirlo así, de la noche a la mañana.» Eso fue justamente lo que sucedió en 1991 cuando la República Báltica de Lituania se independizó del régimen soviético, al que permanecía anexionada desde 1940.

Los proyectos interactivos de Nomeda y Gediminas Urbonas (nacidos en Lituania, en 1968 y 1966 respectivamente) reflexionan sobre el impacto, los conflictos y las contradicciones que se generan en las sociedades ex soviéticas, y más específicamente en Lituania, a raíz de su integración en el sistema capitalista. Los Urbonas reivindican así la figura del artista como observador y analista de su tiempo, que con sus acciones reivindica la conciencia social y recupera la esfera pública como espacio para el debate. El carácter procesual y colaborativo de su obra los emparenta con toda una tradición de creación colectiva contraria a las concepciones clásicas de estilo y autoría.

La obra de Nomeda y Gediminas Urbonas –nacidos en Lituania en 1968 y 1966 respectivamente– se desarrolla en proyectos que investigan los conflictos y contradicciones producidos por la nueva realidad económica, social y política de los países postsoviéticos en el ámbito cotidiano, la gestión del espacio público y el concepto de nación. La exposición reúne cinco instalaciones que recogen el trabajo de los últimos ocho años: Transaction (2000-2004), Ruta Remake (2002-2004), Druzba (2003 - en curso), Pro-test Lab (2005 - en curso) y Villa Lituania (2007).

Una de las características de su trabajo es que cada proyecto nace y se desarrolla como un proceso que implica la colaboración de colectivos o especialistas de otros ámbitos (como la música, la arquitectura o la psiquiatría). Esta metodología aporta uno de los principales rasgos formales de su obra: la ausencia de estilo y de una autoría reconocible. Otro elemento común es la incorporación, en un momento u otro del proceso, del archivo cinematográfico, mecanismo que pone en evidencia cómo se construyen los modelos de control de una sociedad.

La exposición comienza con Transaction, una obra en la que se reflexiona sobre las experiencias de adaptación de los ciudadanos al cambio súbito de un sistema a otro. El título hace referencia al análisis transaccional, un método propio de la psiquiatría que está basado en la aplicación de un esquema dramático articulado en torno a tres papeles: opresor, víctima y salvador. El proyecto surgió, en parte, como resultado de la entrevista que los artistas realizaron al doctor Raimundas Milasiunas, uno de los responsables del Centro de Salud Mental de Vilnius, que afirmaba que Lituania, en este guión dramático del análisis transaccional, había representado a menudo el papel de víctima.

En el proyecto Transaction, el triángulo de papeles se materializa entre las mujeres, el cine y los psiquiatras. La obra estudia el cine como un engranaje en la construcción de una identidad de la mujer, asociada al victimismo, que por extensión puede aplicarse a todo el país. El archivo cinematográfico contiene más de cincuenta películas lituanas realizadas entre 1947 y 1997. Una de las mujeres entrevistadas señalaba «la ausencia de voz o voces femeninas» (en los medios de comunicación y, en particular, en el cine) como posible causa del victimismo. Esta constatación fue el punto de partida de un proyecto posterior titulado Ruta Remake.

En Ruta Remake, el archivo lo conforman voces procedentes de grabaciones de programas de radio, películas de cine y anuncios publicitarios. Estas grabaciones se analizan a través de diversas entrevistas a mujeres lituanas que trabajan en ámbitos relativos a la oralidad: escritoras, lingüistas, musicólogas, cantantes y activistas que estudian la voz como territorio situado entre lo social y la metafísica. Ruta es el nombre de una planta (la ruda) muy popular, tanto como símbolo de feminidad y virginidad como por su conocida eficacia para provocar el aborto. En el proyecto, el dibujo de la planta es el motivo para desarrollar la partitura/matriz de un instrumento interactivo que se denomina Theramidi. Este sintetizador funciona con una interfaz incorporada a una mesa que se activa a partir de las sombras producidas por las manos de los espectadores cuando se mueven por encima de unos sensores.

En las primeras versiones de la instalación, Otto Kränzler, a partir del archivo de voces, creó el programa sonoro. En la actual versión del MACBA, este programa es obra de los músicos y productores Jens Neumaier y Maik Alemany, de los estudios Maik Maier de Barcelona.

Pro-test Lab es uno de los proyectos que ha generado más controversia y que más consecuencias políticas ha tenido. Se centra en la gestión del espacio público y lo hace con el caso concreto del edificio del cine Lietuva. Durante el periodo soviético, la cultura había sido protegida y subvencionada sistemáticamente. El cine era esencial en la vida cultural del país y se construyeron salas de grandes dimensiones en el centro de muchas ciudades lituanas. En cambio, con el nuevo sistema capitalista, los cines se convirtieron en un objetivo perfecto para el creciente mercado inmobiliario. A raíz de ello, muchos de los cines se derribaron y fueron sustituidos por grandes instalaciones, como apartamentos, supermercados o centros comerciales.

En 2002 las autoridades municipales vendieron el Lietuva a una promotora inmobiliaria. En marzo de 2005 los Urbonas y otros colectivos ocuparon el antiguo espacio dedicado a las taquillas del cine y lo convirtieron en una especie de laboratorio. De este modo se convirtió en un punto de encuentro donde se organizaron diversas acciones de protesta para evitar su cierre y demolición. Pro-test Lab se plantea ahora como un espacio desde donde se gestiona el conflicto de forma democrática en una sociedad en la que cualquier manifestación de protesta se asocia a la represión y en la que la resistencia a los poderes fácticos era antes inimaginable. La documentación de las diferentes y variadas acciones de protesta constituye el grueso de la instalación Pro-test Lab.

Villa Lituania responde a una invitación que recibieron los Urbonas para representar a Lituania en la Bienal de Venecia. El edificio romano que recibe este nombre había sido la sede de la embajada de la primera República Independiente de Lituania (1918-1940), que funcionó como tal de 1933 a 1940 y que pasó a manos de la URSS tras la ocupación soviética. En la actualidad, el edificio acoge el consulado ruso y, para muchos lituanos, representa el último territorio ocupado. El proyecto Villa Lituania no pretendía recuperar el edificio, sino identificar un lugar de negociación política a través de un espacio simbólico. Una imagen popular de la paz –la paloma– se convirtió en el eje del proyecto. Los artistas organizaron dos carreras de palomas mensajeras: la primera coincidía con la inauguración de la Bienal y se organizó como un campeonato, con palomas procedentes de Italia, Lituania, Polonia y Rusia. La segunda debía ir de Venecia a Roma y estaba prevista para el otoño, pero nunca se llevó a cabo.

La exposición recoge y despliega todos los aspectos del proyecto, desde los trofeos para las palomas ganadoras hasta los carteles y la maqueta del palomar que debía construirse en Roma, para la cual no se pudieron conseguir las autorizaciones pertinentes. El diseño de la maqueta, resultado de un concurso entre jóvenes arquitectos lituanos, combina el estilo neoclásico de la Villa Lituania con la estructura de las cajas en las que viajan las palomas mensajeras. En el espacio expositivo, funciona como escenario desde el que pueden verse los vídeos con los diferentes elementos de la obra y el edificio, e imágenes sobre el proceso que culminó con la independencia de Lituania.

Druzba, por su parte, comenzó en 2003 como metáfora que hacía visibles los mecanismos de poder y sumisión propios del pasado, pero que todavía persisten. En ruso, druzba significa «amistad» y fue el nombre que recibió la empresa más ambiciosa del gobierno soviético en los años cincuenta: la construcción de un oleoducto que se extendía desde los Urales hasta el centro de Europa y que proporcionaba energía a las repúblicas soviéticas. En esta empresa confluyeron la solidaridad y el patriotismo aparentes con un proceso de colonización y dependencia. La privatización del oleoducto después de la independencia lituana y del posterior desmembramiento de la Unión Soviética pone de manifiesto las relaciones entre la economía y la política en los sectores estratégicos. Aquí los archivos cinematográficos vuelven a ocupar un puesto central en el análisis que los artistas hacen de los mensajes propagandísticos.

En la actualización del proyecto en el MACBA, los Urbonas han optado por construir un espacio donde se combina una selección del archivo que han elaborado hasta ahora con un escenario en el que se desarrollará una segunda etapa del proyecto, cuyo seguimiento podrá realizarse a lo largo de la exposición.

Comisario: Bartomeu Marí
Producción: Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA

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