Convencido de que el arte tiene que ser de acceso universal, Eduardo Chillida realizó numerosas obras públicas. Cuando, tres años después de que se inaugurara el edificio Meier del MACBA, fue invitado a producir una obra específica, consideró que, en el exterior del museo, la pared medianera situada en uno de los extremos del recinto, era un punto débil que había que mejorar. De ahí que proyectara un mural y lo situara a tres metros de altura, para que dialogara con el espacio público de la Plaça dels Àngels. Barcelona, Mural G-333, de 1998, fue el primer gran mural cerámico realizado por el artista en su larga trayectoria. Supervisando el proceso de cocción, en el taller del ceramista amigo Hans Spinner, en el sur de Francia, entre cocción y cocción, pintó con óxido de cobre las placas de hormigón, que adquirieron un color negro característico y un acusado relieve. Y es que Chillida entiende y practica la cerámica con el lenguaje propio de la escultura y la arquitectura: como un diálogo, constitutivo, con el espacio. Como apuntaba Octavio Paz, toda su obra puede entenderse como "un signo del espacio". Celebramos los 100 años de nacimiento del escultor vasco.

Eduardo Chillida "Barcelona, Mural G-333", 1998

 

 

OBRAS EN LA COLECCIÓN DE EDUARDO CHILLIDA