Hace días que Pilar se siente angustiada. Aunque es la pesadumbre habitual tras la Matanza do porco, este año la vuelta de Lugo es diferente: se jubila en unos meses y reflexiona sobre su vida en Barcelona. Emigró en busca de trabajo en los setenta. ¿Qué hubiera ocurrido si no lo hubiera hecho? ¿Y si se hubieran ido a Madrid, a Londres o a París? Pero Pedro y ella no tuvieron opción: en tiempos de franquismo solo quedaba migrar. Nunca le ha gustado Barcelona, jamás se ha sentido catalana; aquí eran xarnegos y en Galicia, «los catalanes». Con los años ha aprendido a vivir en ese «no lugar». Sus familiares del Carmelo les podían amparar y ayudaron a Pedro a conseguir una portería en Pedralbes. Pilar comenzó limpiando casas y al final los Puig la reclamaron a tiempo completo. A los suyos solo los veía los domingos. Hoy sigue trabajando para la familia, cuida de la viuda convaleciente y de sus nietos. Con sus modestos sueldos, Pedro y Pilar pagaron la universidad de sus hijos, Martina y Carlos, y una humilde casa en L’Hospitalet de Llobregat. Martina sigue resentida con los Puig y nunca habla del trabajo de sus padres. Se esforzó por no ser como ellos, por ser «de aquí», por no ser pobre; quería evitar la alienación y humillación que sufrieron. Ahora es madre soltera y directora de una multinacional china. La ayuda Ruth, una peruana que dejó atrás su puesto de recepcionista y a su familia con la promesa de reunirse con ellos en Barcelona. Sus coterráneas la acogieron hasta que encontró un trabajo de interna por 700 euros al mes, sin vacaciones ni pagas. Desde hace unas semanas Pilar la ayuda con el papeleo para el reagrupamiento familiar. Aunque no le gusta «la gente» como Ruth ni las latinoamericanas «porque vienen a quitarles sus trabajos y a acaparar las ayudas sociales», le echa una mano. Lo hace porque la ve como una «pobre inmigrante analfabeta», y por ello se da el permiso de tratarla con desprecio. Tampoco es muy agradable con Levy, el maestro brasileño novio de Carlos. A Pilar no le hace gracia que su hijo sea gay ni que su futuro yerno sea negro. Pero Carlos está muy orgulloso de sus padres y de su lucha por intentar ofrecer una vida mejor a sus hijos. Le duele que no entiendan las dificultades de Levy o de Ruth, porque en gran medida son similares a las suyas cuando llegaron a Catalunya. Le cuesta aceptar que su madre sea racista; prefiere pensar que está enfadada con la vida por las promesas no cumplidas. Pilar tampoco comprende a su hijo. En cualquier caso, sigue preguntándose por qué vino a Barcelona, y si en otro lugar echaría tanto de menos su pueblo de Lugo.

Pilar y Ruth son dos personas reales que forman parte de dos diásporas de diferente espacio-tiempo y que se confrontan en un presente caótico. Sus vidas nunca se han cruzado, pero lo podrían haber hecho. Ficcionarlas permite comprender la complejidad de la existencia en el «espacio de la diáspora», y la relación entre subjetividad y experiencia colectiva donde los ejes de clase, género, raza y racismo, etnicidad, nacionalismo, generación y sexualidad, constituyen modalidades específicas de las relaciones de poder. Este texto es una cartografía de la interseccionalidad y tiene como finalidad reflexionar sobre cómo los campos de poder chocan, se enredan y se configuran en las existencias diaspóricas.

Tania Safura Adam es periodista y productora cultural.

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