1. Los ojos de Ángela y los míos comparten materia cósmica similar, se sincronizan, y recuerdo que en aquel momento nos miramos fijamente y nos dijimos: Ahora que todavía tenemos cuerpos propongamos un tiempo suspendido, comencemos con un paréntesis y quedémonos allí un rato largo con nuestra presencia-respiración, con nuestras escuchas-pálpitos y desde allí… saborear las bocas de la piel y sus marcas, sus pliegues, sus montañas y sus lagos. ¿Cuánto tiempo existe entre tu cuerpo y el de todas? Las palabras de Itxaso, así dispuestas, se escurren dentro de las mías, que aún no están dichas, pero que reconozco. En algún lugar del cuerpo, la historia de mis huesos se reconcilia con tus sonidos. Y los convierte en un lenguaje celular inmensamente cercano.
  2. La Revolución nunca será televisada. El balbuceo goteante de este Bocabulario es ahora, en este presente que nos mece y nos merece. Está tan vivo este regalo que veo las espirales que dejan nuestros cuerpos al moverse. Y entonces, me doy cuenta de que estos movimientos que compartimos nos transforman a nivel celular, a nivel ancestral. Ya nunca seremos las mismas, como cada día, mutantes, hechas de intercambios constantes, nos disponemos a la posibilidad de aprender desde el roce y la escucha periférica.
  3. Tengo muchas dudas sobre qué es el cuerpo, dudas que son sinceridades; dudo, por lo tanto soy un cuerpo que oscila, que se mueve y busca. Pienso: ¿cuántos espaciotiempos de oscilación se abren en los contextos educativos? ¿Cuáles son los movimientos de un cuerpo que aprende? O ¿hasta dónde podemos invocar y mantener esa duda tan cierta?
  4. El cuerpo es más antiguo que la mente. Me da miedo estar haciendo la imbécil. El pulso, el latido, la sangre. El abismo del vacío nos conecta y la masa y las aguas de las que estamos hechas dan continuidad a nuestros cuerpos. Practicamos fisiologías como espacios imaginativos y proponemos cuerpos que son sustrato y estratos. El miedo está, pero es cierto que ahora mismo, aquí, en esta aleación de pasar tiempo juntas, respiro mejor y hace un rato que mi mandíbula no está tan prieta.
  5. ¡Hagamos sonar la piel! Hagámonos presentes con pausa y calidez. Seamos amables como si no hubiera un mañana. Una amabilidad radical, como un suspiro. Yo no quiero enseñarte nada, pero sí recordarnos que para ser amables hace falta tiempo, tiempos cariñosos. Y que para… ser cuerpos que sugieren, necesitamos ser latidos delicados. Que se marchitan y florecen a cada instante. Asíncronas y polifónicas. Reconociéndonos en esta sutil manera de dudar. Dudar para seguir pensando. Juntas y complejas.
  6. He olvidado el tiempo cuando hemos entrado. Lo he obviado. Como cuando se obvia el mantel en un ágape o el tren en un viaje. Y entonces he caído en que el tiempo nos ha traído. Nos hemos colocado unos tapones en los oídos para aislarnos del ruido eterno. Entrando en otra esfera, la de la piel adentro. ¿Por qué aquí solo escucho música y pálpitos? Esa especie de ruido opaco, ¿es la sangre fluyendo? ¿Cómo podemos hacer vida “normal” mientras somos recorridas por estos ríos rojos? Es extraordinario este ser circulantes. Ahora que no escucho a las demás las siento más cerca, veo sus ríos de sangre, están poseídas, están siendo movidas por sus ríos, rojos.
  7. Hemos ido invocando una especie de lenguaje, como un idioma leve que sirve para hacer aparecer conexiones, conectar con cosas que no son fáciles de nombrar o que no quieres nombrar directamente. Hemos convocado al diálogo, a la serenidad, a las ganas de crecer hacia todos los lados, a través de lo imposible.
  8. ¿Qué tal si nos mostramos sin demostrarnos que nos exponemos? ¿Qué tal si nos sobreexponemos unas con otras y saboreamos la intensidad de nuestras células? ¿Qué tal si nos abandonamos a este instante en el que somos formas humanas vivas sin saber hasta cuándo? ¿Qué tal si confiamos?
  9. Ahora que todavía estamos en cuerpos, mezclémonos membranosas, contémonos las historias de nuestras pieles, hagámonos un pequeño masaje y dejémonos rastros de alegrías de dedos. Entonces ella, tumbada sobre su espalda, hablaba desde el reposo y podías ver sus palabras saliendo de su boca, suaves y carnosas. Las veías. Era lo más parecido a unas vacaciones en la playa. Este vaivén de las olas y sus fascias se abre camino más allá de la piel. El salitre en tu historia. La historia palpitante de nuestros huesos.
  10. Estuve empeñada en invitarnos a la creación de un altar. Pero el altar ya éramos nosotras. Esos espacios preciosos que conservar y mimar. Cuidados intensivos en un altar. Este noviembre está siendo el más vivo. Este mes juntas estamos tramando algo. Algo nos está tramando. Estamos posando. Dejando posos de té las unas en las otras. Posos que otras descifrarán, que en otras se posarán. Así las conexiones educativas, pequeños vientos que mueven escamas que posan en otras, inesperadas, latentes, para otros vientos.

Ángela Peris es bailarina, coreógrafa y educadora. Itxaso Corral es artista performativa, investigadora y educadora.

Sello de Calidad del Consejo de Innovación Pedagógica (CIP)