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Según los padres fundadores de la teoría liberal –de David Hume y Adam Smith a John Stuart Mill–, los seres humanos sufren de carencias, pero son muy inventivos. A pesar de que sus deseos son a la vez insaciables e inconstantes, poco a poco aprenden a optimizar su satisfacción mediante el intercambio de bienes y servicios con otros seres humanos, que también se encuentran en una situación de carencia. En la esfera pública, esta operación toma la forma de negocios provechosos, donde la mano invisible del mercado permite que sujetos libres y responsables adquieran lo que desean al precio óptimo. En la esfera privada, los lazos de amor conyugal y paternal se crean y se mantienen mediante intercambios desinteresados, fomentados por la complementariedad natural de los temperamentos masculino y femenino.

Cabe preguntarse si todavía es pertinente la antropología que fundamenta este enfoque de prosperidad económica y felicidad en el hogar. Hasta finales de la década de 1970 se puede decir que, mientras se replanteaban respectivamente la noción de interés, su relación con el desinterés y la separación entre lo público y lo privado, las críticas socialista, romántica y feminista del utilitarismo liberal se basaban en la misma representación de la condición humana que la teoría que pretendían rechazar.

Por otro lado, se puede afirmar que en las últimas tres décadas los sujetos a quienes las políticas neoliberales están destinadas y que sirven de presupuesto a estas mismas son muy distintos de sus predecesores liberales.

En primer lugar, en términos de metas económicas, el crédito financiero ha cobrado más importancia que el beneficio comercial. Para los directivos actuales, la verdadera prueba de excelencia no consiste en generar ingresos sino en atraer inversores.

Por consiguiente, en términos de motivaciones psicológicas, el sujeto anhelante que busca la óptima satisfacción está siendo reemplazado por una persona vulnerable cuyo destino depende de su capacidad para adquirir suficiente autoestima. Dicho de otra forma, el círculo virtuoso de la apreciación, por uno mismo y por los demás, ahora es más importante que la búsqueda de satisfacción, ya sea inmediata, diferida o sublimada.

Finalmente, en términos de interacciones sociales, mientras que la época liberal privilegiaba el intercambio, ya fuera para obtener un beneficio o para expresar o recibir amor, en la sociedad neoliberal prima el compartir, tanto para incrementar el crédito propio como para estrechar lazos con los demás.

El análisis de esta condición neoliberal –en los ámbitos de la gobernanza corporativa, la política gubernamental, las redes sociales y los protocolos eróticos– será el objetivo de estos seminarios.

* to share en inglés significa compartir pero también comprar acciones

Michel Feher es filósofo, editor fundador de Zone Books (Nueva York), y presidente de Cette France-là (París). Es autor de Powerless by Design: The Age of the International Community (2000) y coeditor de Nongovernmental Politics (2007), con Gaëlle Krikorian y Yates McKee. Más recientemente ha sido coautor y editor de Cette France-là 1, 06-05-2007/30-06-2008 y Cette France-là 2, 01-07-2008/30-06-2009.


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