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Esta nueva presentación de la Colección arrancaba con las propuestas informalistas de Antoni Tàpies, Lucio Fontana y Modest Cuixart; el constructivismo de Jorge Oteiza; y las pinturas expresionistas de Antonio Saura y de Manolo Millares.

Los años sesenta se abrieron a la experimentación a través de la incorporación de objetos a la superficie pictórica, la utilización de materiales pobres y una interconexión cada vez mayor entre las prácticas artísticas y el compromiso político. En este contexto pudieron verse obras de Marcel Broodthaers, Joan Brossa, Josep Guinovart, Antoni Llena, Mario Merz, Albert Ràfols-Casamada, Robert Rauschenberg y Dieter Roth.

La panorámica del arte catalán de la década de los setenta, vinculada al conceptual, quedó reflejada en las figuras de Grup de Treball, Robert Llimós, Miralda, Muntadas y Carlos Pazos.

Para ilustrar la pintura salvaje de los ochenta se recurrió a Frederic Amat, Miquel Barceló, Jean-Michel Basquiat y Ferran Garcia Sevilla, en tanto que la abstracción más sensible se ejemplificó con las pinturas de Joan Hernández Pijuan y de Juan Uslé. Obras de distintos registros y procedencias completaban la muestra del arte de los noventa: Christian Boltanski, Daniel Buren, Jordi Colomer, Gunther Förg, James Lee Byars, Rogelio López Cuenca, Tony Oursler, Carlos Pazos, A. R. Penck, Perejaume, Michelangelo Pistoletto, Rosemarie Trockel y Zush, entre otros.

Del 23 de julio al 13 de septiembre (planta 2)
Del 23 de julio al 3 de octubre (planta 1)

Esta presentación de la Colección ocupaba la primera y la segunda plantas del museo. Inaugurada el día 23 de julio de 1999, la exposición concluyó el 13 de septiembre en la segunda planta, y el 3 de octubre, en la primera.
El planteamiento de la presentación era cronológico. El informalismo, con obras de Antoni Tàpies, Lucio Fontana, Modest Cuixart y Jorge Oteiza, iniciaba la muestra en la primera planta, antes de continuar, mediante una referencia al surrealismo de Joan Ponç, con la obra expresiva de Antonio Saura y de Manolo Millares, miembros del grupo El Paso.

Los años sesenta, con la experimentación que suponía la incorporación de objetos a la pintura y los referentes políticos contenidos en numerosas obras, se encontraban representados por Albert Ràfols-Casamada, Josep Guinovart y Robert Rauschenberg, que utilizaba desechos como materia prima para la realización de su obra artística. La introducción de materiales pobres y frágiles en el mundo del arte es patente en Verdes, de Antoni Llena, representante del llamado arte povera, que compartía espacio con las piezas de Dieter Roth. En ese momento coexistían el arte povera de Mario Merz y el renacimiento de la pintura y el gesto, ejemplificada en la exposición con la obra de Joan Hernández i Pijuan. Simultáneamente, la poesía objetual de Cataluña encuentra en Joan Brossa a uno de sus mayores exponentes. Marcel Broodthaers se presentaba como un referente internacional.

A continuación, se exhibía la obra de Miralda, uno de los miembros del llamado Grupo de París, presentando las paradigmáticas obras con soldaditos de plástico, que se mostraron por primera vez en París, a finales de la década de 1960. Piezas de Robert Llimós y Carlos Pazos completaban la panorámica del arte en Cataluña de los años setenta.

Las instalaciones Retrato y Retratos de Muntadas, con la reflexión sobre el mensaje, la fuerza del gesto y la comunicación visual, ocupaban el espacio 1A.

La segunda planta presentaba, en primer lugar, una muestra del llamado arte conceptual catalán, con obras del Grup de Treball y documentos de acciones realizadas por Fina Miralles, Carles Pujol, Àngels Ribé y Francesc Abad. Otras piezas presentadas pertenecían a los artistas Pere Noguera (Serie Massanet), Francesc Abad (El espíritu de la utopía) y Francesc Torres (Escultura).

La pintura salvaje de la década de 1980 estaba representada por Ferran Garcia i Sevilla (Dioses), Jean-Michel Basquiat, Frederic Amat y Miquel Barceló, en tanto que la abstracción más sensible se ejemplificaba con pinturas de Joan Hernández i Pijuan (Tríptico de Granada) y de Juan Uslé (Ecos de abstracción). Obras de diversa proveniencia completaban la muestra del arte de los noventa: los mundos particulares de Carlos Pazos i de Zush, piezas de Rogelio López Cuenca (Bellas artes y Museo Élan) y de Perejaume (Postalero) representaban a una generación más joven. A continuación, se exhibían piezas de James Lee Byars, Jordi Colomer, Gunther Förg, Rosemarie Trockel y A. R. Penck.

La obra de Christian Boltanski, Reserva de los suizos muertos, junto con un trabajo de Rosemarie Trockel, ocupaban un espacio voluntariamente aislado. Figura flamenca, de Tony Oursler, y la obra de Michelangelo Pistoletto Arquitectura de los espejos cerraban la muestra.

En los espacios de circulación del museo se encontraban las piezas Cabaña reventada, de Daniel Buren; Para purificar la palabra, de Gilberto Zorio; Estación termal, de Susana Solano, y una escultura, sin título, de Sergi Aguilar.