Felix Gonzalez-Torres. Política de la relación Paseo sonoro por algunas de las obras de la exposición
«Necesito al observador, necesito la interacción del público. Sin el público, estas obras no son nada. Necesito al público para completarlas. Le pido que me ayude, que se haga responsable, que pase a formar parte de mi trabajo, que se una.» Esto le decía Felix Gonzalez-Torres al también artista Tim Rollins en una entrevista de 1993. Y con ello aludía a una obra en la que lo personal se funde con lo comunitario, lo estético con lo social, el artista con su público, y en la que el miedo a la pérdida convive con «la alegría de amar, de crecer, de cambiar, de convertirse siempre en algo más».
Las pilas o montones de Gonzalez-Torres son instalaciones variables que comprenden tanto la pila física de hojas de papel impresas como su animación gracias a la interacción con los visitantes. “Untitled” (Republican Years) contiene un dibujo abstracto en blanco y negro que sugiere un marco o moldura similar a una placa conmemorativa, por lo que puede considerarse una suerte de monumento o de antimonumento. El uso que hace Gonzalez-Torres del tema del monumento es uno de los subtemas clave que se exploran en la exposición.
Gonzalez-Torres creó una serie de “retratos”, a menudo de amigos o conocidos –como este de Andrea Rosen, amigo íntimo suyo, galerista y presidente de la Fundación del artista– o bien de coleccionistas e instituciones. La particularidad de estas obras es que se trata de “retratos” textuales. Compuestos únicamente de una serie de fechas y palabras clave, están muy relacionados con otras de sus obras con enumeraciones de fechas.
La primera sala de la exposición examina la amplia vertiente política de la práctica de Gonzalez-Torres en relación con las nociones de autoridad, juicio y memoria/amnesia. Son trabajos interconectados a través de alusiones indirectas a la cultura autoritaria del establishment, al fascismo y el conservadurismo social, así como a la represión de la comunidad gay y las actitudes homófobas. Pueden referirse indistintamente a los Estados Unidos durante la crisis del sida de los ochenta y los noventa o al contexto español, que experimentó una represión similar bajo el régimen franquista y en años posteriores.
Como en muchas otras obras de Gonzalez-Torres en las que, con objetos o materiales muy sencillos, produce significaciones tan diversas como expresivas, “Untitled” (Loverboy), de 1989, consiste en unas cortinas de tela azul translúcida de dimensiones variables. Aquí están instaladas en las ventanas del museo e inundan el pasillo y el acceso a una de las salas de una suave luz azulada. En el trabajo de Gonzalez-Torres, el color azul se ha asociado con una serie de temas como el amor y la belleza, o el miedo y la venganza, y también hace referencia a poetas queer como Langston Hughes.
“Untitled” (Blue Placebo) es una obra creada a partir de una provisión conceptualmente infinita de caramelos envueltos en papel azul que los visitantes pueden llevarse, de modo que se mantiene en un estado fluctuante mientras está expuesta. El color azul asume distintas significaciones temáticas en el trabajo de Gonzalez-Torres. El contenido poético y elegíaco de su arte se enfatiza formalmente mediante el color azul, que en sus piezas a menudo simboliza el amor y la belleza, pero también el miedo o la venganza.
La obra de Gonzalez-Torres “Untitled” (Go-Go Dancing Platform), de 1991, presenta a un bailarín que aparece sin previo aviso y baila sobre una plataforma durante unos minutos, escuchando música en un dispositivo individual (originalmente, un walkman). Gonzalez-Torres se refiere constantemente al cuerpo en su trabajo, ya sea a través de sus inquietudes temáticas, ya sea a través del cuerpo del espectador, pero esta es la única pieza en la que incluye la actuación de un performer.
Como gran parte de su obra, las guirnaldas luminosas de Gonzalez-Torres son instalaciones adaptables que invitan al curador o propietario a colocarlas en distintas configuraciones y lugares. “Untitled” (America), de 1994, consistente en doce guirnaldas luminosas, es uno de sus trabajos de este tipo más ambiciosos. El hecho de que fuera concebida para el exterior pone de relieve cómo, en esta obra, el artista pretendía redefinir el concepto de monumento, quizás acercándolo a la escenografía de una reunión de vecinos o una verbena popular, invitando a hacer comunidad y a la convivencia.
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