La guerra como una expresión sofisticada de la violencia recorre gran parte de la obra de Francesc Torres. Si la fascinación por la velocidad y la batalla forma parte de sus recuerdos de infancia, aquello que siendo él pequeño se asociaba al juego ha sido objeto de análisis crítico en gran parte de sus instalaciones, composiciones y dibujos. A comienzos de los años ochenta, Torres toma imágenes de automóviles como Cadillacs o limusinas y también de tanques militares para analizar el comportamiento de la cultura americana. Con una gran economía de medios –son dibujos coloreados– explora la iconografía de este tipo de máquinas, que condensan el militarismo y la violencia institucionalizada de la civilización occidental. Con referencias explícitas a la Guerra Civil, muestra la asociación entre máquina, velocidad, muerte y erotismo.