Pintora, poeta y activista de causas feministas desde los años sesenta, Mari Chordà tiene una presencia significativa en la Colección MACBA. Dos de las obras que esta incluye son Líquids (Líquidos, 1966) y Llàgrimes (Lágrimas, 1966), que Chordà pintó estando en París, donde vivió dos años y donde estuvo en contacto con la actividad artística que allí se desarrollaba. Su colorismo y el uso de las formas la acercan al nuevo realismo y al pop art, muy presentes por entonces en la capital francesa. Uno de los referentes de la artista fue la escultora, pintora y cineasta francesa Niki de Saint Phalle: como ella, Chordà busca crear imágenes no figurativas en su representación del cuerpo de la mujer y su vivencia del placer.

Uno de los cuadros de la Colección, Coitus Pop, de 1968, formó parte de la exposición de 2015 The World Goes Pop, presentada en la Tate Modern de Londres. Esta y otras obras, como Vulva (1968), que forma parte de su larga serie Vagines (Vaginas), dejan claro que Chordà fue pionera en la representación del cuerpo y la sexualidad de las mujeres de un modo alejado del voyerismo y la mirada patriarcal. Más adelante, ya a principios de los años noventa, quiso recuperar su obra artística inicial y su lugar de origen, las tierras del Ebro y el Montsià, incorporando referencias al mundo natural, especialmente al mundo marino, a las que denominó «las cetáceas». Cetàcies d’argent (Cetáceas de plata), de 1994, es una de estas obras. Una escultura de encajes de madera policromados que suma el interés de Chordà por el trabajo de la bióloga norteamericana Lynn Margulis, descubridora de la bacteria espiroqueta, relacionada con el origen de la vida, y la producción escultórica con piezas de madera y con cierto componente lúdico, que desarrolló en paralelo a la pintura. En unas y otras obras, parece que el interés de Chordà por la forma es la expresión de su pasión por la vida.