El MACBA abrió sus puertas en 1995, hace veinticinco años. Un año después, el museo convocó a catorce destacados artistas del ámbito nacional e internacional para que interpelasen la arquitectura del nuevo edificio Meier y lo pusieran a dialogar con su contexto inmediato. El resultado fue Miradas (sobre el museo), una de las primeras exposiciones del museo, comisariada por Antònia Maria Perelló. Entre los artistas invitados estaba Ignasi Aballí (Barcelona, 1958), que participó con la obra Enderroc, una instalación de gran formato que ocupó la pared del fondo del atrio. Para conmemorar estos veinticinco años de trayectoria, Aballí ha accedido a volver a montar la obra para instalarla de nuevo en el museo.

En el marco de la exposición de 1996, el propio artista se refería a esta pieza en los siguientes términos: «la obra representa una serie de paredes que corresponden a una casa de cinco pisos como las que se ven en el barrio, alrededor del museo. Más que una simulación, se sugiere la vivienda privada dentro del museo, que es un espacio de escala diferente. La obra también tiene presente la idea de lo privado y lo público, así como el anonimato que se desprende de las paredes y lo conocido, que corresponde a las personas que se encuentran en el interior del museo.» Aballí construye cinco grandes zonas cromáticas en la pared del fondo del atrio, una pared tan alta como el edificio Meier y que nunca se pierde de vista mientras se transita por la rampa que permite acceder a las distintas plantas del museo. Realizada con pintura y papel pintado, de colores y texturas diferentes, Enderroc evoca, como su propio título indica, los vestigios de interiores domésticos que quedan a la vista cuando se derriba un edificio adyacente. De este modo tan directo y tan físico, como un testimonio vivo, los edificios conservan la memoria vivida de sus interiores. «Es interesante ir accediendo a los distintos niveles de la casa a través de los distintos niveles del museo», explicaba Aballí.

Veinticinco años después, el MACBA se ha convertido en un icono indisociable del barrio que lo acoge, el Raval. Su construcción, en la Barcelona olímpica de principios de los noventa, contribuyó a transformar profundamente la zona y a proyectarla hacia el futuro, preservando su identidad. Ya entonces y también hoy, el museo ha querido construirse en diálogo con su entorno físico y humano. De esta forma, extremando la atención hacia los vestigios y la memoria de un lugar, obras como Enderroc siguen teniendo la misma actualidad y vigencia que tenían años atrás. El hecho de recuperar la instalación de Aballí parte de este convencimiento. Ya entonces, la comisaria de la exposición escribía en el catálogo: «La mirada del artista, la mirada de dentro hacia afuera y de fuera hacia adentro, la introspección en el edificio y en el concepto de museo, la mirada sobre la historia del barrio del Raval, el devenir que afecta a su gente, el tejido urbano. [...] La multiplicidad de visiones generada por los artistas nos ayuda a comprender la trascendencia de la implantación del MACBA en el Raval.»