En sus instalaciones, Lucia Nogueira utiliza objetos cotidianos y los impregna de malignidad y de magia. Intuitiva para captar lo fragmentario y con gran facilidad para combinar materiales muy diferentes, es capaz de resignificar los objetos cotidianos más anodinos, como sillas, pequeños armarios, bolsas de plástico de la compra o cubos. Nogueira juega con la escala de las piezas y con la presencia del espectador, que transita por el espacio escultórico de manera muy física. Lejos de una estética estrictamente minimalista, construye sus instalaciones como una exploración sensorial de conceptos como la tensión, el peso, la vulnerabilidad, la estasis, la visibilidad y la ocultación. La artista se acerca al minimalismo por su modo de entender los materiales y de situar la escultura en el espacio. Sus propuestas muestran afinidades con el Arte Povera y con predecesoras como Eva Hesse, Lygia Clark o Louise Bourgeois. Sobre su relación con los objetos recuperados, la propia artista afirmaba: «Mi forma de pensar es muy propia de Brasil; mi forma de recoger objetos, también. Está conectada con la infancia y también con la psique brasileña. Nuestra forma de pensar no es tan lineal como en Europa... En arte, obviamente, los europeos tienen toda una historia del arte detrás. En Brasil eso es impensable. Creo que el desarrollo del sentido de la vista aquí es muy distinto del modelo europeo. Yo no he tenido eso. Nosotros lo hacemos todo de forma muy empírica, también el arte.» También comentaba, refiriéndose a su capacidad de generar nuevas narrativas con materiales y objetos de cada día: «A veces pienso que toda mi obra tiene que ver con las interrupciones o vacíos. Vas siguiendo una rutina lineal en tu vida y de pronto sucede algo que rompe esa línea. Creo que mi obra está muy vinculada con lo que sucede cuando esta línea se fractura.»