En 2014, Luz Broto intervino el Canal de Seròs, junto al río Segre, para restituir al río el agua que circula por este canal. Fiel a su práctica habitual de intervenciones y acciones casi imperceptibles que alteran el paisaje y los espacios públicos, instaló estratégicamente una manguera de doscientos metros. Eligió el punto donde, a principios de siglo XX, se había desviado el caudal del río para abastecer una central hidroeléctrica privada, una operación que redujo drásticamente el caudal de agua disponible para los regantes. Más de un siglo después, la administración ha renovado el permiso a la empresa, mientras el río Segre sigue sin alcanzar el nivel mínimo exigible según los estándares medioambientales. Broto logró desviar unos cuarenta litros cada hora durante casi siete meses, hasta que la manguera desapareció a causa del propio desgaste del material. El material documental captura el rastro de una intervención furtiva que pretendía reparar, aunque fuera solo simbólicamente, un agravio histórico.