Playas a rebosar de coches, tiendas de cerámica a pie de carretera, cementerios rodeados de bloques de apartamentos, construcciones abandonadas... Cuando Joan Rabascall fotografió el norte de la Costa Brava, en verano de 1982, el paisaje real no acababa de encajar con la imagen idílica que vendían las postales y los operadores turísticos. Planteada como una reflexión en torno a la idea de paisaje, su serie Paisatge Costa Brava se aleja del punto de vista y los tópicos habituales y sitúa la mirada en un insólito fuera de campo. Imprimiendo la palabra «Paisatge» en seis lenguas sobre la imagen, como si se tratara de una postal al uso, Rabascall contrapone, de forma muy directa, costumbrismo y cultura de masas. O, si se prefiere, la construcción idílica elaborada por el paisajismo pictórico y los devastadores argumentos del turismo.