Con esta obra, Octavi Comeron completa una trilogía de proyectos que reflexionan sobre las colisiones del orden simbólico y productivo contemporáneos a partir de diferentes aspectos de la producción de automóviles. Si en las otras dos instalaciones de su Trilogía postfordista tomaba como objeto de estudio plantas de producción de automóviles, en este caso se vale del objeto coche para poner en relación la producción artística y nociones como trabajo, plusvalía, valor de uso y valor de cambio.
La balada del valor de uso se presentó en la NauEstruch de Sabadell en 2011. Comeron ponía a la venta un coche de serie bajo la categoría y el régimen fiscal de obra de arte. Si en la adquisición de un automóvil se aplica un 21% de IVA, cuando se trata de una obra de arte, en ese momento se aplicaba un 8%. Se interroga así la naturaleza de la práctica artística poniendo en juego su régimen jurídico. Y es que un mismo objeto como es un coche, cuando entra a formar parte del espacio artístico, experimenta una devaluación de precio y pierde más del 10% de su valor económico. El coche se vendió y Hacienda impugnó la transacción reclamando al artista que abonara la diferencia. Con esta acción, Comeron confronta la reflexión estética y la teoría marxista del valor con la performatividad del sistema jurídico y su definición de arte.
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