–¿Se inspira usted en objetos para hacer los poemas objeto?---–Los objetos que hago son una consecuencia de la poesía visual. Representan un cambio de soporte. Después de haber utilizado el papel, la imprenta, la serigrafía, se me ocurrió cambiar de material: unos objetos que tuvieran una significación por sí mismos. Veo mucho vacío mimético en la poesía de los jóvenes. Por otra parte es normal, porque, un chico que empieza a escribir, ¿qué puede explicar? ¿Qué bagaje puede tener? Generalmente son cosas que ha leído y se le han pegado al oído. Y así les salen los libros, que son libros de libros de libros. Les falta vibración y sentido de la aventura. En un poema visual te juegas constantemente el todo por el todo porque no hay un pasado. No te protege ninguna tradición. Si falla el poeta te hundes estrepitosamente. El código literario tiene detrás de sí un gran cojín; si haces un soneto técnicamente logrado, te salvarás siempre, aunque no tengas nada que decir; llevas el diccionario puesto como un salvavidas. Yo veo, en la poesía literaria que se escribe hoy, un exceso de pelucas y una falta de cabezas. Falta ese impacto que quería Miró cuando decía: «Antes de que una obra haga funcionar el cerebro, debe producir un impacto, un puñetazo. Paf!» Ya Carles Riba había observado que las palabras «se cansan». Por eso un creador auténtico debe ensayar lenguajes diferentes, como cuando las vanguardias encontraron la pintura abstracta. ¿Por qué el poeta ha de adoptar posiciones conservadoras, blandas y poco vitales? ¿Por qué ha de querer arrinconar la poesía? He conocido a más de un «poeta» que eludía hablar de aviones y trenes porque en la literatura griega no existía ninguno. A esto, yo lo llamo dimitir. Porque creo que la mejor manera de vencer a la tradición es continuarla, no repetirla. Gual, Antoni; Ruiz, Carles: «Joan Brossa: l'alternativa poètica», Carrer dels arbres: trimestral de cultura. 2a època, núm. 1. (verano de 1986), p. 14-23