«Con una asombrosa aptitud para el dibujo y un espíritu sutil e irónico, Gego crea una obra asentada en el uso de un elemento único, primario y mínimo: la línea.» PERUGA, Iris: «El juego de crear», en Gego. Desafiando estructuras. Barcelona/Oporto: MACBA/Museo Serralves, 2006. Entre las distintas etapas de la trayectoria creativa de Gego, sus obras más conocidas corresponden a un periodo central que abarca desde finales de los años sesenta hasta principios de los ochenta. Son las Reticuláreas. Si la experimentación con la línea que llevó a cabo la artista había comenzado con un trabajo de dibujo, al poco tiempo intentó materializar volumétricamente sus exploraciones con este elemento que acabó estructurando toda su producción.---En este proceso hacia el volumen y el espacio, en 1964 empezó a experimentar con alambre de acero inoxidable, material que le permitió plantear obras más espontáneas con enlaces flexibles que eludían el rigor geométrico de sus piezas anteriores. Gracias a la versatilidad y ligereza del material, la línea se fue liberando y expandiendo en el espacio. Para evitar el proceso de soldadura, Gego ideó un sistema de ensamblaje de varillas metálicas que fue depurando con el uso de materiales industriales. Mediante un sistema de enroscado en los extremos, los alambres podían unirse uno con otro o con varios a la vez, configurando espacios diferentes según la asociación y el enlace de las redes. Este recurso técnico le permitió evolucionar desde sus geometrías iniciales hacia formas orgánicas y convertir su obra en intersecciones, nodos, redes y mallas. Un entramado de nódulos sin centro, que funciona por intensidades y que remite a una idea del espacio propia del siglo XX y alejada de la física estática y newtoniana. La Colección MACBA posee un conjunto significativo de dibujos que exploran la línea paralela y la idea de retícula mostrando la evolución hacia las Reticuláreas. En algunos de ellos se identifican esbozos de líneas que posteriormente aparecen en obras tridimensionales. También cuenta con algunas de las Reticuláreas iniciales, obras en papel de 1969 y 1970, y con la escultura Reticulárea cuadrada, de 1977, planteada como una columna de más de tres metros y medio construida con el cuadrado como base. Se trata de una obra dinámica y cinética, de configuración flexible y suspendida en el espacio, y de una transparencia extrema. Una estructura aérea e ingrávida de gran austeridad de medios y reducida a líneas esenciales. Aunque constituye un volumen, participa plenamente de la lógica del dibujo, como la propia artista insistía en afirmar: «Escultura: formas tridimensionales de material sólido. ¡Lo que yo no hago NUNCA!», escribió en un cuaderno refiriéndose a sus esculturas de esos años.