Josep Maria Mestres Quadreny trató sus partituras como una obra plástica. Sin renunciar a la belleza formal y con gran capacidad conceptual y experimental, las ha llamado «músicas visuales». Es el caso de Aronada (1971) –palabra que proviene del sánscrito y que se refiere al «círculo de los sonidos audibles»–, una partitura-diana que puede ser interpretada por cualquier instrumento con una duración de tiempo indefinido. Y también de Suite bufa (1966), una acción teatral de secuencias encadenadas entre un piano, una soprano y una bailarina, escrita por su amigo Joan Brossa. En Quartet de Catroc (1962) –el título es de Brossa–, una partitura gráfica con tres movimientos puede ser interpretada con tempos distintos escogidos al azar por los propios músicos, generando una infinita combinación de texturas sonoras. Tres cànons en homenatge a Galileu (1965) ya utiliza medios electrónicos en vivo: el intérprete toca una pieza que es grabada por magnetófonos que la reproducen sucesivamente empezando en distintos momentos, creando un canon perfecto a tres voces. Y Doble Concert per a Ones Martenot (1970) constituye la primera obra escrita íntegramente por ordenador en España y una de las primeras del mundo.
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