La artista no busca crear personajes ni autorretratos, ni tampoco pretende hablarnos de su cuerpo actual. Ese cuerpo, protagonista de sus trabajos, aparece siempre alterado, desfigurado por trazos de pintura o de lápiz que se superponen a su imagen fotográfica. Sus obras son poéticas y sutiles, pero con una potencia a veces turbadora. Almeida confiesa que utiliza su propio cuerpo porque le resulta más práctico."No voy a contratar una modelo cuando me tengo a mí misma en el taller... soy la única que sabe cuál es la postura que me interesa... y el modo en que debe concebirse la composición. Creo la composición y después me sitúo exactamente como quiero... Pero no soy yo. Es como si se tratara de otra persona. En realidad, se trata de la búsqueda de la otra, de la otra que está ahí." Es significativo señalar que la autora utiliza un vocabulario propio de la pintura. La serie de obras que se reúne bajo el título Desenho habitado, que la autora empieza a producir a partir del año 1975, constituye un claro ejemplo del primer estadio en la evolución de su producción y ejemplifica su lenguaje personal, situado en los límites entre disciplinas. En estas obras, la autora aparece dibujando, con una pluma en la mano. La línea que traza es a veces un hilo o una crin de caballo que puede salir del plano para surcar el espacio. Otras veces vemos brochazos azules sobre su rostro, la cabeza o el cuerpo, en un juego de apariciones y ocultaciones, de imagen y reflejo y de fragmentación. Como la secuencia de rostros con la boca abierta pero cosida por unos trazos que dibujan la palabra Ouve-me, "escúchame".