En la obra pictórica de Josep M. de Sucre destacan los retratos de personajes angustiados. Son hombres y mujeres de rostros obsesivos, cuyos ojos alucinados sugieren universos interiores de gran densidad existencial. Con aire expresionista y cierto primitivismo cercano al fauvismo, estas imágenes parecen tener vínculos profundos con el mundo del pintor ruso Alexej von Jawlensky o con Paul Klee, artista muy admirado por De Sucre. Trazados con amplias pinceladas y un uso del color que a menudo exhibe matices tenebristas, los personajes de Josep M. de Sucre condensan buena parte del dolor asociado al siglo XX. Su sencillez técnica (en general, produce ceras sobre papel en pequeño formato) y su carácter obsesivo (repite caras y ojos, y realiza la mayoría de sus retratos desde una perspectiva frontal) se combinan con el carácter expresionista y dramático. Aunque en algunas obras el carácter grotesco remite a la caricatura, Josep M. de Sucre exige en el conjunto de su pintura la exploración del subconsciente y un compromiso, insobornable, con la verdad. Como otros creadores con quienes estableció una estrecha complicidad ‒como el pintor Rafael Barradas o el poeta Joan Salvat-Papasseit‒ tenía necesidad de profundidad moral. El propio De Sucre, en un artículo de 1955 publicado en la revista Inquietud en el que comentaba la obra de Ángel Ferrant, escribía: «¿Qué es el arte sino un medio para compartir nuestra vida interior?».
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