Michelangelo Pistoletto
Architettura dello Specchio
Arquitectura del espejo
1990
A un lado, la tela; en el otro, el espejo; en el medio, yo. Un ojo mirando hacia la tela y el otro, hacia el espejo. Si miro intensamente los dos objetos, se superponen poco a poco, mi imagen en el espejo se transfiere a la tela, aunque permanece en el espejo, y la tela se transfiere al espejo y forma, junto con él, una sola cosa.
Michelangelo Pistoletto, 1962.
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Dentro del espejo estoy yo, estamos nosotros. ¿Dónde? ¿Cuándo?
Estamos dentro del espejo cuando estamos aquí y cuando estamos allá.
Yo me veo, o quizá no me veo, mientras tu me ves en el espejo. Pero no estamos sólo nosotros y quién hay aquí delante, ahora, y quién está lejos y, no obstante, dentro del espejo. Bien al contrario, nosotros también estamos dentro del espejo cuando no está aquí, delante de nosotros. Nada puede huir del espejo. El gran espacio está en el espejo, el tiempo (entero) ya está en el espejo y el espacio tiene la dimensión del tiempo. El espejo está en el fondo del pozo y lo podemos ver, pero quizá también está bajo los muebles de nuestra casa, dentro de los árboles o detrás de nuestra cabeza, donde no lo podemos ver: ¿eres tú, el que me mira desde detrás, también, sin que yo lo sepa?
Los ojos son espejos, la mente es el espejo de los ojos y las acciones son el espejo de la mente. Ahora que el espejo ha salido a la luz del Arte, vemos, dentro de él, la historia, la historia brillante y resplandeciente en el espesor del espejo, y la vida que el Arte refleja en este espesor. Los sumerios que han salido del espejo han vuelto con los egipcios, los griegos, los árabes y los romanos dentro del espejo, han sido colocados encima del fondo de oro de los bizantinos, borrados por los iconoclastas y vueltos a dibujar por la perspectiva del progreso occidental, finalmente rota por el cúmulo de detritus del consumismo consumido. En este espejo, el orden de la Venus atraviesa la mirada con una perfecta armonía, mientras que la usura de la costumbre separa, desintegra y transforma todas las imágenes. La conciencia percibe el inexorable absoluto en la relatividad existencial, movimiento perpetuo del espejo que vuelve, sin pausa, a su propia superficie. MP
Michelangelo Pistoletto, 1987.
Michelangelo Pistoletto, 1962.
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Dentro del espejo estoy yo, estamos nosotros. ¿Dónde? ¿Cuándo?
Estamos dentro del espejo cuando estamos aquí y cuando estamos allá.
Yo me veo, o quizá no me veo, mientras tu me ves en el espejo. Pero no estamos sólo nosotros y quién hay aquí delante, ahora, y quién está lejos y, no obstante, dentro del espejo. Bien al contrario, nosotros también estamos dentro del espejo cuando no está aquí, delante de nosotros. Nada puede huir del espejo. El gran espacio está en el espejo, el tiempo (entero) ya está en el espejo y el espacio tiene la dimensión del tiempo. El espejo está en el fondo del pozo y lo podemos ver, pero quizá también está bajo los muebles de nuestra casa, dentro de los árboles o detrás de nuestra cabeza, donde no lo podemos ver: ¿eres tú, el que me mira desde detrás, también, sin que yo lo sepa?
Los ojos son espejos, la mente es el espejo de los ojos y las acciones son el espejo de la mente. Ahora que el espejo ha salido a la luz del Arte, vemos, dentro de él, la historia, la historia brillante y resplandeciente en el espesor del espejo, y la vida que el Arte refleja en este espesor. Los sumerios que han salido del espejo han vuelto con los egipcios, los griegos, los árabes y los romanos dentro del espejo, han sido colocados encima del fondo de oro de los bizantinos, borrados por los iconoclastas y vueltos a dibujar por la perspectiva del progreso occidental, finalmente rota por el cúmulo de detritus del consumismo consumido. En este espejo, el orden de la Venus atraviesa la mirada con una perfecta armonía, mientras que la usura de la costumbre separa, desintegra y transforma todas las imágenes. La conciencia percibe el inexorable absoluto en la relatividad existencial, movimiento perpetuo del espejo que vuelve, sin pausa, a su propia superficie. MP
Michelangelo Pistoletto, 1987.
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