Reconocido como uno de los grandes renovadores del informalismo, Antoni Tàpies se inició en el surrealismo, evolucionando tempranamente hacia una abstracción espiritual marcada por la experimentación con diferentes texturas pictóricas y la incorporación de símbolos y señas a la tela. Desde entonces, su obra se construyó como una verdadera investigación matérica y simbólica, guiada por el convencimiento de que naturaleza, materia, ciencia, espiritualidad y mística son un todo. Entre sus señas habituales, destaca la cruz, la equis y la letra t. Con el título Cruces, equis y otras contradicciones, en 1994, él mismo explicaba lo siguiente: «Las imágenes de la cruz y de los cruces, de las líneas y planos opuestos, de las intersecciones de fuerzas contrarias, etc., en numerosas culturas se consideran una representación simbólica fundamental del mundo». (Antoni Tàpies, Cruces, equis y otras contradicciones, 1994)
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