Aunque Alfredo Jaar había viajado a menudo a España, El día que me quieras –título procedente de un conocido tango del compositor argentino Carlos Gardel– fue el primer proyecto pensado específicamente para este país, y fue realizado para la exposición To be or not to be, presentada en el Centre d’Art Santa Mònica en 1990. Tal y como ya había hecho en los años ochenta, Jaar utilizó cajas de luz, transparencias y espejos para explorar la relación entre el contexto latinoamericano y su reflejo de lo que por aquel entonces acostumbraba a denominarse la «madre patria». El Chile de aquellos años vivía la dictadura de Pinochet, mientras que en España aun se podían leer voces nostálgicas del franquismo, en la prensa conservadora, que elogiaban a Pinochet por haber sabido convertir su país en líder económico de América Latina. Jaar consideraba especialmente preocupante este paralelismo. La instalación consta de cinco módulos. Cada módulo consiste en una caja de luz a doble cara, situada cerca de la pared, y un espejo fijado a la pared. En un primer momento, el espectador ve la parte frontal de la caja, donde hay un texto y una imagen. Cuando, en un segundo momento, se acerca a la caja, accede a su reverso (a la cara que queda del lado de la pared), reflejado en el espejo. Las imágenes frontales muestran a Franco de uniforme midiendo una distancia en una esfera terrestre y vestido con ropa de calle y con una cámara en la mano. Cada imagen se acompaña con un detalle de sus manos. Ordenadas por parejas, en cada caja de luz se puede leer una parte del título de la obra. La quinta caja está oscura, no muestra ninguna imagen, a excepción de las tres primeras palabras del título. Ver el reverso de las cajas de luz exige cierta proximidad física y compromiso corporal. Las imágenes que el espectador ve reflejadas en el espejo son símbolos nacionales o políticos: la bandera española, el símbolo franquista, la bandera chilena... pero también imágenes de protestas civiles contra Pinochet, del dictador besando a una mujer o situado frente a las tropas, tal y como solía hacer Hitler. Siguiendo una estrategia habitual, Jaar seduce a los visitantes con las fotografías frontales de un Franco humanizado. Distraídos por la amnesia histórica, se los aboca repentinamente a los hechos, irrevocables, de la dictadura. El paralelismo entre un dictador y el otro resulta también significativo, así como la alusión al modo en que las tecnologías y los medios se ponen al servicio del poder, codificando la información, para configurar nuestras imágenes y relatos de la historia. Con motivo de la presentación de la obra en Barcelona, el mismo Alfredo Jaar escribió: «Estas obras seducen primero y enseguida fuerzan a comprometerse físicamente para poder ver: se produce entonces un contacto íntimo con la segunda imagen. El proceso entonces es de negación y descubrimiento, público y privado, permitido y prohibido. Esta dualidad me permite crear una tensión entre dos realidades a veces opuestas, a veces complementarias. En este primer proyecto en España quiero explorar la posible relación entre el carácter latino-americano que invita, acepta y aplaude al dictador militar y su “equivalente” o “espejo” en España, la madre-patria.»
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