Groc y Verds se cuentan entre las primeras obras con las que Antoni Llena reanudó su actividad artística a principios de los años ochenta, tras un paréntesis creativo motivado por la radicalización de sus posiciones conceptuales. El hecho de trabajar con cartulina enlaza con el interés del artista por el arte efímero hecho con elementos pobres, y también por la delicadeza, la fragilidad y la espiritualidad. El propio Llena explica la trascendencia que tuvo para él el uso de la cartulina: «Cogí un cúter y empecé a cortar. ¡Fue un milagro! El “corte” ejerció instantáneamente una fascinación mágica.» El artista convirtió el papel coloreado en un verdadero campo de pruebas y en una experiencia de volumen: recortar, doblar, rasgar, pegar... La monocromía denota una voluntad de pureza y de radicalidad, al tiempo que el volumen expresa un cierto sensualismo y barroquismo.