En el marco de la constante búsqueda para la renovación del lenguaje escultórico que llevó a cabo Ángel Ferrant desde finales de los años cincuenta hasta su muerte, el artista trabajó en un nuevo concepto de plástica cambiante que denominó «escultura infinita». Se trata de obras formadas por piezas móviles que pueden encajarse de varias maneras, como las que configuran la serie Venecia. Producidas entre 1958 y 1960, se presentaron en la Bienal de Venecia de 1960. Son diecinueve conjuntos de hierro constituidos por unidades de ensamblaje variables (un mínimo de dos y un máximo de catorce unidades), de modo que la forma final del conjunto o de la obra es susceptible de múltiples variantes. Se trata de una escultura abierta o infinita que invita al espectador a participar en el proceso creativo probando distintas combinatorias y posibles desarrollos. Ferrant anula así la distancia entre la obra y el espectador, al tiempo que invalida el mito de la obra acabada. La obra de la Colección MACBA tiene una complejidad especial, con siete unidades y cinco anclajes singulares que fijan el montaje. El artista fotografió esta escultura en seis posiciones diferentes. «A envites del azar y la disconformidad, he desembocado en una escultura interminable. Juego de quita y pon en el que repercuten los primeros pasos o traspiés dados en una misma vereda», explicaba en un texto de 1961 con motivo de la exposición Escultura infinita de Ángel Ferrant en el Museo del Parque de Bilbao. Para exponer la serie Venecia, el artista contó con una sala especial en la XXX Bienal de Venecia. Murió meses después de aquel evento, que le reportó prestigio internacional. Poco tiempo después, fue seleccionado por la New London Gallery para la exposición colectiva Ten Sculptors, en la que su obra se expuso junto con la de escultores como Anthony Caro, entre otros bastante más jóvenes y asociados a una modernidad radical.