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Muestreo #3. Anti-books es la tercera de una serie de muestras producidas desde el Centro de Estudios y Documentación del MACBA para dar a conocer sus fondos y colecciones documentales. En esta ocasión, la atención se centra en una selección de libros de artista de los años sesenta y setenta, de entre los más de 4.000 que se conservan en el Archivo del museo, influenciados por los movimientos conceptual y minimalista.

La exposición hace hincapié en la obra de tres artistas. La alemana Hanne Darboven creó series numéricas para describir el paso del tiempo, unas series que son el resultado de complejas operaciones matemáticas basadas en las cifras del calendario (días, meses y años. Sol LeWitt consideraba los libros una forma de expresión artística óptima para sus creaciones, y así lo materializó en una amplia colección de libros creados a lo largo de su vida. La secuencia de las páginas le permitía desarrollar sus conceptos de forma progresiva, bien haciendo evolucionar dibujos geométricos o bien realizando variaciones cromáticas sobre un mismo tema. Por último, nos acercaremos al artista Dieter Roth, conocido por sus obras basadas en la utilización de materiales orgánicos que se degradan con el paso del tiempo. Sin embargo, algunos de sus trabajos de los años setenta se centran en formas de expresión del movimiento minimalista como la combinación de formas geométricas con los colores primarios, el blanco y el negro; en otros casos, incluso añade transparencias o recorta figuras que aportan profundidad a las páginas.

Además, Muestreo #3. Anti-books presenta libros de John Baldessari, Robert Barry, stanley brouwn, Chuck Close, Agnes Denes, Peter Downsbrough, Jackie Ferrara, Marco Gastini, Robert Jack, Richard Kostelanetz, Bruce Nauman, Edda Renouf y Fred Sandback.

Comisariada por: Estel Fabregat.

Foto: Libros de artista de Sol Lewitt y Dieter Roth. Colección MACBA. Centre d'Estudis i Documentació MACBA.

El libro de artista como lenguaje estético se remonta al siglo XIX, pero no fue hasta los años sesenta cuando algunos artistas tomaron consciencia de estar creando obras de arte al utilizar este formato. El crítico Richard Kostelanetz menciona en su ensayo “Book Art” (1978) los términos antibook y nonbook como referencias habituales de los libros de artista del momento. Esta opción artística va en sintonía con los movimientos conceptuales de aquella época, que apuestan por la democratización del acceso al arte y la desmaterialización de la obra, así como por la desmitificación de la misma como una pieza única e irrepetible. La reproducción industrial de libros permite realizar grandes tiradas y abaratar costes y, por consiguiente, llegar a un público mucho más amplio.

Por otra parte, la secuencia generada por el movimiento al pasar las páginas permite a los artistas investigar sobre las series en la geometría y los colores, creando variaciones y combinaciones de formas geométricas y paletas cromáticas. En otros casos se desarrollan series numéricas a través de cálculos matemáticos o notaciones musicales que aprovechan el factor temporal del paso de las páginas. Encontramos además aproximaciones más conceptuales, en las que el artista desarrolla temas como la posición dentro del espacio o las distancias.

Las características de este formato, es decir, la necesidad de una interacción física directa con la obra de arte por parte del lector, suponen una dificultad añadida a la hora de exponer los libros de artista. Los dispositivos habituales de las exposiciones de arte convencionales (vitrinas, peanas, marcos, etc.) resultan ineficaces para acercar la obra al receptor. Para evitar convertir los libros en esculturas, en esta muestra se ha optado por otros recursos, como los facsímiles, la reproducción de las páginas en las paredes de la sala –lo que permite apreciar la sucesión de los elementos de forma lineal rehaciendo el ritmo y el orden original del libro– y la visualización de las obras a través de dispositivos digitales para recrear la experiencia de pasar las páginas de un libro.