Dubuffet era un pintor de formación académica clásica, pero al terminar la Segunda Guerra Mundial, con la crisis existencial surgida de sus horrores, indagó en otro orden de representaciones. En 1953 se embarcó en una serie de pinturas caracterizadas por un trazo amplio, con un dominio de la materia y el gesto, más que de la representación. Aunque el título sugiere que se persigue una imagen, el color tierra ocupa casi la totalidad de la tela, con un pasaje más claro en la parte alta que apenas insinúa el horizonte y el cielo, si bien también podría ser la parte alta de un muro. Todo está repleto de marcas que recuerdan al grafiti.

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