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Dentro del programa Diálogos con la Colección, que proponía pequeñas exposiciones en las que las obras de la Colección MACBA dialogaban con obras ajenas, se presentó una reflexión de Félix de Azúa sobre la línea en los ámbitos de la ciencia y del arte.

«La línea que se da en la geometría es una idea, y las ideas son idénticas a sí mismas, eternas e inmutables. Para la geometría todas las líneas son una sola y siempre la misma línea eterna, continua, doblemente infinita. Esa línea pasa eternamente entre dos puntos que serán eternamente los mismos y nunca cambiarán. Pero cada línea que se da en las artes es diferente de cualquier otra línea. Para las artes la línea no es una idea sino un acontecimiento. Cada línea aparece con una voluntad distinta y se despliega libremente. Nunca pasa por los dos puntos, vivifica constantemente los puntos, no pasa por ningún punto sino por una experiencia.

La línea de la geometría está fuera del tiempo. La línea de las artes, en cambio, se acomoda al tiempo de la observación, vive y avanza en un tiempo ajeno. Algunas líneas de las artes muestran la fragilidad del tiempo del intérprete, otras destacan su solidez, otras son dispersas como el tiempo perdido. Para las artes, ni siquiera diferentes partes de una misma línea son iguales e intercambiables. En su despliegue la línea de las artes atraviesa momentos dramáticos, a veces jocosos, siempre incomparables entre sí porque poseen memoria. A diferencia de la línea de la geometría, la línea de las artes no define un plano sino que se somete a un juicio; y el veredicto de ese juicio es que las líneas de la pintura no son nunca inocentes. Solo en las artes hay líneas falsas.

Las líneas de la geometría son infinitas en ambas direcciones. Las artes despliegan líneas efímeras en una sola dirección. Esa dirección es la nuestra; es una dirección única pero no conduce a ningún lugar. Bien mirada, la línea de las artes es nuestro lugar. Un lugar que se desplaza sin finalidad pero que se acaba en cada instante de su transcurso.»

Dentro del programa Diálogos con la Colección, que presentó pequeñas muestras que relacionaban obras pertenecientes a la Colección del Museo y otras alienas, se presentó una reflexión de Félix de Azúa sobre la línea en la ciencia y en el arte.

"La línea que se da en la geometría es una idea, y las ideas son idénticas a sí mismas, eternas e inmutables. Para la geometría todas las líneas son una sola y siempre la misma línea eterna, continua, doblemente infinita. Esa línea pasa eternamente entre dos puntos que serán eternamente los mismos y nunca cambiarán. Pero cada línea que se da en las artes es diferente de cualquier otra línea. Para las artes la línea no es una idea sino un acontecimiento. Cada línea aparece con una voluntad distinta y se despliega libremente. Nunca pasa por los dos puntos, vivifica constantemente los puntos, no pasa por ningún punto sino por una experiencia.

La línea de la geometría está fuera del tiempo. La línea de las artes, en cambio, se acomoda al tiempo de la observación, vive y avanza en un tiempo ajeno. algunas líneas de las artes muestran la fragilidad del tiempo del intérprete, otras destacan su solidez, otras son dispersas como el tiempo perdido. Para las artes, ni siquiera diferentes partes de una misma línea son iguales e intercambiables. En su despliegue la línea de las artes atraviesa momentos dramáticos, a veces jocosos, siempre incomparables entre sí porque poseen memoria. A diferencia de la línea de la geometría, la línea de las artes no define un plano sino que se somete a un juicio; y el veredicto de ese juicio es que las líneas de la pintura no son nunca inocentes. Sólo en las artes hay líneas falsas.

Las líneas de la geometría son infinitas en ambas direcciones. Las artes despliegan líneas efímeras en una sola dirección. Esa dirección es la nuestra; es una dirección única pero no conduce a ningún lugar. Bien mirada, la línea de las artes es nuestro lugar. Un lugar que se desplaza sin finalidad pero que se acaba en cada instante de su transcurso".

Félix de Azúa