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Esta muestra articulaba la Colección en tres periodos cronológicos diferenciados. Una primera sección se centraba en el arte producido entre los años cuarenta y finales de los sesenta, cuando la visualidad era el paradigma dominante de la experiencia artística. Obras de Alexander Calder, Ángel Ferrant, Hans Hofmann y Paul Klee servían de introducción a las posteriores propuestas informalistas de Jean Dubuffet, Lucio Fontana y Antoni Tàpies, así como a las constructivas de Jorge Oteiza y Pablo Palazuelo.

El segundo ámbito, dedicado a la década de los setenta, correspondía al surgimiento del arte como idea y proceso. La visualidad pura dejó paso a la narrativa, la acción, el debate y la información. Pudieron verse aquí piezas de los conceptualistas catalanes –Grup de Treball, Francesc Abad, Fina Miralles, Muntadas y Francesc Torres–, junto a trabajos de algunos de sus coetáneos internacionales: Piero Manzoni, Mario Merz y Robert Rauschenberg.
Los años ochenta y noventa integraban el tercer momento. La explosión mediática surgida en torno a la pintura y a figuras como Miquel Barceló, A. R. Penck, Ferran Garcia Sevilla y Zush, en la década de los ochenta, daría paso, en los noventa, a la desaparición de los límites entre las técnicas y disciplinas artísticas, así como a la fusión entre las denominadas alta y baja cultura. Es también un período en el que se consolida el uso de las nuevas tecnologías en la formalización del discurso artístico. Se presentaron obras de Pep Agut, Jordi Colomer, Juan Muñoz, Carlos Pazos y Rosemarie Trockel, entre otros.

Esta muestra repetía el esquema presentado en ocasiones anteriores y articulaba la colección en tres periodos cronológicos diferenciados. El primer momento abarcaba el periodo comprendido entre los años cuarenta y finales de los sesenta, en el que la visualidad era el paradigma dominante sobre el que se asentaba el conocimiento del arte. Este periodo está representado por obras históricas de Alexander Calder, Paul Klee, Leandre Cristòfol, Àngel Ferrant y Hans Hofmann, seguidas de trabajos de investigación informalista de Antoni Tàpies, Lucio Fontana y Jean Dubuffet, y constructiva, como las obras de Jorge Oteiza o Pablo Palazuelo.

El segundo periodo, centrado en la década de 1970, corresponde al surgimiento del arte como idea, como proceso de trabajo. La visualidad pura se ve sustituida por la narrativa, por la actividad. El debate y la información eran los ejes que articulaban la creación artística, ejemplificada por el trabajo de artistas conceptuales catalanes como Grup de Treball, Muntadas, Francesc Abad, Fina Miralles y Francesc Torres, que se contextualizaba internacionalmente con obras de Piero Manzoni, Robert Rauschenberg y Mario Merz, representantes de nuevos planteamientos del arte y de sus formas de expresión.

Los años ochenta y noventa integran el tercer momento: la gran explosión mediática que representaron Miquel Barceló, A. R. Penck, Ferran Garcia Sevilla o Zush en la década de 1980, y la desaparición de los límites entre las técnicas, entre las disciplinas, las llamadas alta y baja culturas, propia de la década de 1990. Asimismo, es el periodo en el que se consolida la utilización de las nuevas tecnologías en la formalización del discurso artístico. Se presentaban obras de Jordi Colomer, Pep Agut, Carlos Pazos, Juan Muñoz y Rosemarie Trockel, entre otros.