al

Esta exposición presentaba una selección de obras que ilustraban las nuevas vías abiertas en el panorama artístico local e internacional a lo largo de las décadas de los ochenta y noventa.

Si en los años setenta el arte conceptual había dado lugar a obras centradas en el proceso creador más que en la formalización de la idea, los ochenta ven resurgir la pintura y la escultura, a la vez que recuperan la noción de las identidades nacionales. Se trata, en general, de un arte expresivo, matérico, colorista e imbuido de cierto primitivismo.

En Italia, el crítico Achille Bonito Oliva aglutinó la transvanguardia; en Alemania surgieron los “nuevos salvajes”; en Francia, fructificó una figuración vinculada al cómic. También en Estados Unidos se recuperó cierto realismo basado en la imaginería de la cultura popular, el kitsch y los grafitos. En España fue una época de expansión para jóvenes artistas como Miquel Barceló o José María Sicilia, que fueron objeto de potentes campañas de difusión internacional impulsadas desde instancias oficiales.

El tránsito a los años noventa está marcado por un regreso al concepto y al proceso, así como por la revisión crítica de algunos momentos cruciales en la historia del arte. El vídeo, la fotografía, el cine y las instalaciones irrumpen con fuerza en la escena artística en detrimento de la pintura y la escultura. Destaca también un creciente interés introspectivo, ya sea hacia los procesos mentales del artista o hacia los temores más recónditos del individuo, vinculados a las ansiedades del fin de milenio. Son asimismo los años de la aparición de los mensajes feministas más radicales y eficaces. Un período, en definitiva, en el que el arte se pone al servicio de la denuncia social.

La muestra El arte de los ochenta y de los noventa en la Colección MACBA presentaba una selección de obras pertenecientes a las décadas mencionadas que ejemplificaban claramente algunas de las nuevas vías abiertas dentro del arte nacional e internacional durante este período.

Si en los años setenta el arte conceptual había dado lugar a obras que centraban su interés en el proceso creador más que en la formalización de la idea, los años ochenta verán resurgir la pintura y la escultura. Resulta sorprendente el hecho de que, tanto a nivel nacional como internacional, la procedencia de los artistas fuera tan significativa durante el período y que determinara características comunes que permitían identificar el origen. Benjamin H. Buchloh dice que se dio una recuperación de las identidades nacionales que, en algunos casos, se aproximaba peligrosamente al arte regresivo de los años veinte. En general, es un arte expresivo, pinturas cargadas de materia, coloristas e imbuidas de un cierto primitivismo que se patentiza en la elección de las imágenes y en el trazo simple y decidido.

En Italia, el crítico Achille Bonito Oliva aglutinó la Transavanguarda; en Alemania surgieron los nuevos salvajes; en Francia, se dio una figuración muy vinculada al cómic. También a los Estados Unidos se recuperó una figuración basada, en este caso, en las imágenes surgidas de la cultura popular, del kitsch, de los graffitis y de las minorías étnicas; en España fue el momento de jóvenes artistas que, como Miquel Barceló o José M. Sicilia, vieron como sus carreras eran impulsadas a nivel internacional desde las instancias oficiales que favorecieron importantes campañas de difusión del arte español. La pintura de Madrid y la zona del centro del Estado español, bajo el influjo de Luís Gordillo; la pintura andaluza... configuran parte de este nuevo paisaje que irrumpió en los años ochenta con fuerza inusual y del que hoy solo quedan algunos de los testigos más sobresalientes.

También la escultura experimenta un potente auge: Susana Solano, Juan Muñoz, presentes en la exposición, pero también Jaume Plensa, Eva Lootz, Sergi Aguilar, Miquel Navarro, Cristina Iglesias, Angel Bados, Pello Irazu, Txomin Badiola…configuraban el panorama de la escultura española en el que se daba una contundente afirmación de los orígenes y peculiaridades propios de las diferentes autores.

Pero este corriente no era único y tras el espacio dedicado a obras pictóricas de Miquel Barceló, Ferran García Sevilla, Jean Michel Basquiat, Anselm Kiefer, A.R. Penck, y David Salle, así como a esculturas de Susana Solano y Juan Muñoz, se presentaban obras de Carlos Pazos, Joan Hernàndez Pijuan, Luís Gordillo o Zush.

El tránsito a los años noventa está marcado por el regreso al concepto, a la frialdad y a’l análisis, la revisión de algunos momentos históricos, como el Povera y el Conceptual... La irrupción del vídeo, la fotografía, el cine, las instalaciones en detrimento de la pintura y la escultura son las nuevas bases sobre las que se construye la obra de artistas como Daniel Buren, presente en la exposición. Otra de las características del arte del período es el interés introspectivo, sea hacia los procesos mentales del artista que pueden dar lugar a formalizaciones caracterizadas por su racionalismo, moduladas por leyes más o menos evidentes para el espectador (Jordi Colomer, Pep Agut…), o hacia el interior más recóndito del individuo, aquel dónde se esconden el temores del fin de milenio (Tony Oursler, Rosemarie Trockel; Pepe Espaliú…). Los noventa son también el momento de la aparición de los más duros y eficaces mensajes feministas, el momento en que el arte se pone al servicio de la denuncia social (Jana Sterbak, Rosemarie Trockel …). Las obras Résérve des Suisses morts de Christian Boltanski, obra que habla de temores íntimos del ser humano, y Com a casa, de Jordi Colomer completaban la exposición en una ejemplificación de lo que acabamos de decir.