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Una cadena de acontecimientos (2010-2011) es el título de la instalación que el artista Pep Duran (Vilanova i la Geltrú, 1955) creó específicamente para la Capella MACBA. La obra, formada por cien moldes cerámicos y dividida en dos partes –Retaule laic y Peça escrita–, sintetiza a la vez que trasciende las inquietudes intelectuales y estéticas que han caracterizado la trayectoria del artista. El título es una clara alusión a la importancia del proceso en todo trabajo creativo. Así, el espacio arquitectónico y el azar interfieren directamente en el desarrollo de una pieza que solo el espectador podrá completar.

Tal y como afirma el propio artista: "El espacio imanta las piezas." En este caso, el carácter históricamente sacro de la Capella propició un fecundo diálogo con la materialidad terrenal del altar laico. Conviene destacar también la impronta que tiene sobre la obra la experiencia de Duran en el campo de la escenografía teatral. El artista se declara más en deuda con dramaturgos como Tadeusz Kantor y Antonin Artaud, y arquitectos como Paolo Soleri que con otros contemporáneos suyos del ámbito de las artes plásticas.

Para este proyecto Duran trabajó mano a mano con el ceramista Toni Cumella, en la creación de unos "moldes del recuerdo" que, en su indefinición, se abrían a múltiples interpretaciones.

Una cadena de acontecimientos, la instalación del artista Pep Duran (Vilanova i la Geltrú, 1955) específicamente realizada para el espacio de la Capella MACBA, debe considerarse como una obra-ensayo. Se trata de una gran intervención dividida en dos partes, Retaule laic (2010-2011) y Peça escrita (2010-2011), que recoge y a la vez destila las influencias intelectuales, formales y estéticas sobre las que pivota el modo de hacer y de pensar de este artista.
El origen de la obra se remonta a un proceso de revisión exhaustiva de la última década de producción de Pep Duran, de las innumerables imágenes que han fascinado al artista, desde la vanguardia rusa, el teatro experimental o la Bauhaus hasta las metamórficas modernidades latinoamericanas. Miles de referencias y cientos de textos configuran un archivo personal que crece y se modifica con la constante acumulación de fuentes. Ello le ha servido para ahondar en la relación existente entre forma, como arquetipo perenne que apunta a un tiempo que coincide con nuestro ahora pero que lo sobrepasa, y vida, entendida como nuestro deseo de marcar la eternidad de la forma con la experiencia de lo que ocurre en nuestro tiempo. La cohabitación de anacronía y contemporaneidad es violenta y Pep Duran lo muestra en estos objetos surgidos de una reflexión sobre cómo las cosas y los sujetos se sitúan en el tiempo, y cómo el tiempo no solo es interpretado por nosotros, sino que, a su vez, nos interpreta. Este estudio, que combina una fiel revisión de muchos de sus trabajos con el análisis exhaustivo de las decisiones que determinaron el uso de los materiales, la relación de los objetos y los sujetos en el espacio o el doble juego entre actor y espectador, ha cristalizado en un documento fundacional, una hoja en blanco desde la que plantearlo todo de nuevo, desde el principio.
Retaule laic, la gran pieza que preside el espacio central, situada en lo que había sido el altar de la capilla, está compuesta por sesenta moldes cerámicos en cuya realización ha sido esencial la colaboración de Toni Cumella, conocedor como nadie de este material. Cumella y Pep Duran han elaborado un muro blanco en el que la repetición de elementos idénticos y elementos similares tiene un papel fundamental. Diferencia e identidad de formas, relieves que aparecen sobre la superficie blanca de cerámica como si la fuesen a traspasar. Este gran muro escultórico es un alfabeto. Nombra el tiempo. En lo que fuera un espacio sacro, el lugar desarrollado por nuestra cultura para aludir a lo que no está sometido a las leyes del tiempo ni de la naturaleza, este altar laico reitera que existe una diferencia entre lo que se repite y aquello que nunca vuelve, que diferencia e identidad marcan la concepción occidental no solo del tiempo histórico, sino también de aquellos que lo protagonizan. Si se aboliese la diferencia entre lo que cesa –la vida– y lo que continúa indefinidamente –la obra, la deidad–, cambiaría radicalmente nuestro modo de entender el tiempo. A través de su personal inventario de formas y materiales, el trabajo de Pep Duran ofrece un incisivo estudio de los poderes desdobladores del lenguaje que caracterizan el arte contemporáneo. En piezas como Retaule laic comprendemos esta tensión entre eterno y efímero, y cómo cada uno de nosotros, aun aceptando y respetando el orden de la cronología, lucha a su modo por librarse de esa lógica.
También podemos pensar en este muro como un gran laberinto. Un laberinto que se abarca al instante, con una sola mirada. El escritor Jorge Luis Borges decía que el peor de los laberintos no es aquella forma intrincada en la que podemos quedar atrapados para siempre, sino la simple y precisa línea recta. La recta nos permite ver las cosas con una simple ojeada, principio y fin, sin misterio. La inmediatez de una sola mirada puede ser el peor de los castigos. Nunca mejor que ahora para pensar en esa imagen, para reflexionar sobre la importancia del arte y el pensamiento en la creación de formas complejas, para dejar un espacio donde puedan alojarse otras alternativas más allá del horizonte de lo inevitable. Sin duda este trabajo apunta en esta dirección. Aquello más físico, más presente, más simple, más fácil de ver debe ser también aquello más lejano, más hábil a la hora de abrirse a la "revelación" de otros lenguajes estéticos y conceptuales que ayuden a comprender el estado de máximo enredo en el que nos hallamos. La pieza es como un espejo y está dotada de una extraña magia: nos hace retroceder y, a la vez, a medida que nos acercamos a ella, se vuelve más física y más densa.
El segundo elemento de esta instalación es Peça escrita, realizada con el mismo material, la cerámica, y el mismo maestro, Toni Cumella. Sin embargo, las diferencias con la obra que preside el altar son notables: la textura, el color y la aparición de un texto referencian otro mundo dentro de un mismo universo. El texto es un fragmento de un poema de Fernando Ferrer Lerín. Todo en esta segunda pieza nos remite a la noción de fracción, parte, fragmento. Pudiera ser lo que queda tras una catástrofe de recuerdos, vestigios que obligan a usar puntos suspensivos, es decir, que obligan a pararse en aquello que está y debe permanecer incompleto. Frente a la marcada identidad de la pieza-altar, esta otra parece caracterizarse por el secreto. La textura del muro recuerda la vegetación que cubre y oculta tal vez una significativa construcción de una civilización pasada. Las frases, parte de un texto más amplio, se limitan a señalarlo, sin revelarlo completamente. La idea de que existe una "clave" es otro concepto fundamental en nuestra comprensión cultural. Desde el eslabón perdido hasta la más reciente vacuna, todo gira en torno a la idea de que hay una solución; solo tenemos que dar con ella. La promesa de la clave esquiva lo que promete o, mejor dicho, lo traslada más allá, a un futuro incierto, y sume el presente en un sentimiento de interrogación que alcanza todos los estratos del lenguaje.
La situación social y económica de hoy es el mejor ejemplo para entender esta lógica. De hecho, resulta muy extraño el poder que ejerce una obra o un texto escrito para "explicar" lo que está sucediendo, las fronteras hasta donde se puede ver, así como el espacio mental que lo sostiene y aquel que ese texto, esa explicación, crea a su vez. De ahí, el interés renovado y reiterado por los artistas en esta falsa arqueología. No tiene que ver con el interés por un pasado mejor o por la visión catastrófica según la cual toda civilización puede acabar del mismo modo en que se originó. Tiene que ver con el riesgo que comporta asomarse a un intento de comprensión del presente, y también con las leyes y los modelos que permiten abrir la realidad a escenarios distintos a los ya imaginados a través de formas que relacionen el máximo número de disciplinas que atañen al hombre. El arte es, sin duda, una de ellas, si no la fundamental.

Artista

Pep Duran
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