El Sur, nuestro Norte
Cuando cumplió sesenta años, Joaquín Torres-García regresó a Montevideo, ciudad en la que había nacido y vivido hasta los diecisiete años. Tras vivir en Barcelona, Nueva York, Italia, París y Madrid, decidió regresar a su lugar de infancia. Corría el año 1934. Quería impulsar el constructivismo en América del Sur. Apasionado por esta nueva estética moderna, quería ponerla en diálogo con las tradiciones propias del sur. En su ideario, reivindicaba la cultura del sur, como dejó claro en la conferencia de 1935 titulada La Escuela del Sur, donde proclamó: El Sur, nuestro Norte. Ocho años después, en enero de 1943, abría las puertas el Taller Torres-García, en la calle Abayubá 2763 de Montevideo. No seguía ningún método establecido. Similar a los talleres medievales o renacentistas, los alumnos trabajaban junto al maestro. Se interpretaba una pintura cubista junto a una cerámica Nazca, del Perú preincaico. Y todo lo que se hacía apuntaba a la profunda comprensión del término abstracción. Aunque Torres-García murió en 1949, el taller siguió activo hasta 1962. Más allá de su espacio físico, había impulsado una verdadera Escuela del Sur.