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Los años ochenta y noventa fueron testigos de cambios sustanciales en la política internacional. Si la caída del muro de Berlín en 1989 significa el fin de la oposición de dos sistemas políticos y económicos, una incipiente globalización amplía el marco existente más allá de las geografías occidentales. El arte se abre a un nuevo internacionalismo.

Los Juegos Olímpicos de 1992 actúan como catalizadores de una Barcelona integrada en una lógica de servicios que a menudo se etiqueta como una economía de tipo posfordista. Este proceso de profunda renovación urbana, arquitectónica y social sitúa la ciudad en el imaginario del mundo. Insertada ya en la dinámica de la globalización, la nueva Barcelona, cuando se observa desde una escala local, no está exenta de conflictos y contradicciones, como se refleja en las prácticas artísticas.

Estas prácticas otorgan especial relevancia a la cuestión urbana, que deviene sintomática del nuevo momento histórico. El ámbito del arte despliega utopías urbanas y sociales, así como críticas a la lógica de los intereses de un capitalismo globalizado. La especulación en torno a la propiedad inmobiliaria se perfila como uno de los procesos clave para representar las formas de valorización que tienen lugar en la ciudad. Sin embargo, algunos artistas reivindican la belleza de límites y periferias, donde la ciudad se hace residual y donde se gesta un nuevo proceso urbano de carácter más autónomo.

Artistas: Lara Almárcegui, Eric Baudelaire, Bleda y Rosa, Jean-Marc Bustamante, Jordi Colomer, Constant, Alice Creischer, Hans Haacke, Craigie Horsfield, Manolo Laguillo, Asier Mendizabal, Ana Muller, Claes Oldenburg, Xavier Ribas, Dieter Roth, Eulàlia Valldosera, Jeff Wall.