Mantenimiento de una escultura exterior La ola, Jorge Oteiza
Desde 1998, La ola ha estado en permanente diálogo con la arquitectura del museo, los elementos de la naturaleza y el día a día del barrio. En 2020 pasó por un proceso de restauración que la mantuvo alejada de la plaza dels Àngels durante unos meses. El equipo de conservación te cuenta los detalles de este proceso.
En 1998 se instaló la obra La ola de Jorge Oteiza en el pódium del museo. Partiendo de una maqueta en bronce creada en 1957, el artista encargó su producción, en las dimensiones actuales, al escultor Pere Casanovas. De acuerdo con Oteiza, la obra se realizó con un soporte de aluminio protegido con una capa de imprimación y una pátina, que dejaba visible la superficie irregular del aluminio y provocaba una reflexión de la luz similar a la del mar.
Pero pronto la obra empezó a degradarse a causa de tres factores principales: excrementos de pájaro como agente corrosivo de las capas más superficiales de la obra, los patines como agente erosionador debido al roce de las ruedas y pintadas realizadas con varios tipos de pintura, a menudo muy difíciles de eliminar (incluso con hidrocarburo aromático o alcohol).
Una vez hecha la consulta con el artista y el productor de la obra, se acordó mantener la escultura realizando una limpieza periódica con agua a presión para aplicar, después, una fina capa de pintura a modo de pátina. Para facilitar el proceso, en 1999 el Taller de escultura Pere Casanovas aplicó una capa mate de antigrafiti.
Con el tiempo se hizo más difícil mantener la superficie original de la obra. Por este motivo, en 2005 se acordó con Pere Casanovas —Jorge Oteiza ya había fallecido— decapar toda la escultura a fin de aplicar una imprimación y una capa de pintura de poliuretano que permitieran mantener la obra en buenas condiciones mediante la limpieza con agua a presión y un repintado periódico con la misma pintura de la obra.
Este proceso de mantenimiento funcionó durante varios años, hasta que la escultura se convirtió en un apoyo para la realización de grafitis, cada vez más frecuentes. Fue necesario encontrar un sistema que permitiera mantener la obra sin la necesidad de repintarla periódicamente.
En esta ocasión, para dar con el tratamiento más adecuado, se contactó con la Fundación Jorge Oteiza, con Pere Casanovas y con el taller Amanci Sala, expertos en recubrimientos industriales, arenados y resinas industriales.
Debido al emplazamiento de la escultura en un espacio público y a la complejidad del tratamiento, fue necesario desinstalar la pieza y trasladarla al taller de Amanci Sala, que llevó a cabo la intervención.
El primer paso consistió en la retirada de la pintura mediante la proyección de sílice coloidal. Al decapar la escultura se trataron las deformaciones y las pérdidas de soporte metálico de aluminio. A continuación, se aplicó una primera capa de imprimación International Intergard 251HS epoxi fosfato de zinc con un espesor de 50 micras.
Después de 24 horas, cuando esta primera capa ya estaba seca, se pintó con el color negro característico de la escultura, concretamente pintura esmaltada de poliuretano de dos componentes International Interthane 990 negro satinado RAL 9005.
Antes de aplicar el antigrafiti PLX Cristal se dejó que la pintura se curara durante 10 días.
Finalmente, se volvió a instalar La ola en su lugar de origen en el museo con el mismo sistema de anclaje con el que se encontraba anteriormente, es decir, tres pernos de acero inoxidable roscados en la base y asegurados por debajo del podio de la plaza.