Lo llevaré siempre puesto

Desde la década de los sesenta la obra de Miralda se ha caracterizado por diseccionar con mordacidad los mecanismos de control estatales y las convenciones de nuestra sociedad de consumo, así como para desarrollar una irreverente desacralización de los clichés de producción y recepción del objeto artístico. La naturaleza objetual de sus primeras propuestas pronto dio paso a acciones ceremoniales de participación colectiva en la que la comida asumía un rol protagonista. Los alimentos y sus rituales de preparación y consumo se convierten así en una materia artística de fuerte carga simbólica, apta para experimentar nuevas formas de resistencia y de relación con el entorno.

Proceso de trabajo

La fusión de culturas distintas, las dimensiones de paisajes urbanos y humanos, y la iconografía y ritualidad populares activan la observación y confrontación in situ. «Antropólogo entrometido, estudia costumbres y aísla prácticas y hábitos; realza su contenido simbólico y organiza su transferencia estética y poética, su proyección hacia el universo del festín», escribe el crítico Pierre Restany en 1982. Miralda apuesta por una obra que prima el espacio público y la convivencia, el carácter efímero, el espíritu crítico y poético, y también el humor, convirtiendo en un universo creativo un acto tan universal como es el comer.

De "Hombre sano" (1965) a "Monument per a un jardí" (1969)

En este video Miralda revisa su producción artística de temática militar de la década del sesenta: dibujos, series escultóricas, performances y monumentos públicos con los que cuestiona el poder de la institución militar y la autoridad del Estado.

Santa Comida

Con una obra multidisciplinaria entre el happening y la instalación participativa, Miralda ha hecho del comer su eje creativo. Una actividad tan universal y, al mismo tiempo, tan particular de los distintos grupos humanos le sirve para llevar a cabo una crítica política y una deconstrucción etnológica de prejuicios y esquemas en un mundo global. Utilizando una iconografía de estética kitsch y barroca en piezas de grandes dimensiones, apuesta por un lenguaje vital que celebra los sentidos, los colores, la fiesta, el juego, la imaginación y la vida. Como escribió Umberto Eco en 1985: «Miralda corre por todo el mundo para recrear el viejo ritual de la celebración.»

La Cité du Loisir

En esta obra Miralda reduce al absurdo la institución militar y el poder del Estado, expresando una actitud crítica que sintonizaba con los movimientos de protesta generalizados en toda Europa alrededor de 1968. Estas piezas se insertan en una línea de trabajo en la que, en un primer momento, el uso del objeto y de su acumulación denotan la influencia del nouveau réalisme que Miralda había descubierto en París.

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