Veintiuna imágenes para documentar el dolor y la pérdida. Teresa Margolles fotografió los pequeños altares construidos por familiares de víctimas asesinadas por el narcotráfico en una de las carreteras más peligrosas de México. Son 40 km de trayecto entre San Pedro y Playa Altata, en la zona de Sinaloa, uno de los puntos con más muertes por violencia a manos del crimen organizado. Una ruta con más de 65 altares con oraciones, fechas y nombres de mujeres, hombres y niños. Hija de esta región, después de colaborar como voluntaria forense en un depósito de cadáveres, Margolles tuvo claro que quería centrar su trabajo en hacer visibles los asesinados en México, la mayoría de los cuales quedan impunes. La disposición de las fotografías, en tres filas de siete, no es al azar: cada fila corresponde a un tramo de la carretera dominado por un grupo de narcos.