La sacralidad de lo cotidiano es un hilo que permite recorrer las propuestas artísticas de María Teresa Hincapié. Esta artista colombiana que fue pionera, en su contexto geográfico, de la práctica performática de larga duración, no entiende el arte alejado de los objetos de cada día, supuestamente menores y que ella logra desplazar hacia el ámbito del sentido y de la mística. Una de sus acciones más carismáticas fue las ochos horas de jornada laboral que en 1989 llevó a cabo en el interior de un local comercial, actual librería Lerner, en el centro de Bogotá. En el espacio del escaparate, la “vitrina”, Hincapié desarrollaba una jornada completa limpiando el espacio. Pero también se peinaba, se maquillaba e incorporaba el vidrio del escaparate como un soporte altamente comunicativo. En él dibujaba, besaba y componía un texto sobre la mujer. A modo de un manifiesto poético, con unas frases de una belleza contundente y de una gran fuerza (“Soy una mujer que vuela”, escribía antes de borrarlo meticulosamente), la artista nos recuerda que todo lo personal es también, de forma inevitable, político.

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