Situarse ante la pared donde se despliega la instalación de Mar Arza, Nada reiterada, supone acceder a una nueva lectura de la novela Nada de Carmen Laforet. Más que una reiteración, es una reescritura del texto. Un texto escrito en 1944 y galardonado con el premio Nadal de ese año, se presenta reducido a su materialidad blanca y a un extraño silencio lingüístico. Descosidas las páginas y presentadas, una a una, en la pared, se nos ofrecen en un juego sutil de huecos y llenos, luces y sombras, ausencias y presencias semánticas. Como en otros objetos e instalaciones de esta castellonense afincada en Barcelona, Arza toma libros de viejo y los interviene con elementos tan básicos como tijeras y bisturís. Con una gran habilidad manual y un alma de poeta, recorta o vacía las palabras impresas del libro dejando algunas, muy pocas, a la vista. Además de una lectura objetual de la novela de Laforet, nos invita también a una nueva semántica del texto. Y así, como indicios a seguir, el ojo va descubriendo mensajes al vuelo en las páginas vacías fijadas en las paredes del museo: Enredando en palabras lo más importante, Cerrada y bella como un círculo, leemos. Y también Hasta terminar en un susurro.

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