En 1965, hacía tres años que un joven Miralda había llegado a París, donde se vivía un clima fuertemente antimilitarista a raíz de la guerra de Vietnam. Pronto tuvo que incorporarse al servicio militar, como todos los jóvenes en una España todavía franquista. En los momentos de descanso, entre entrenamiento y otras prácticas de lucha, Miralda tradujo la absurdidad del mundo militar en una serie de dibujos y collages centrados en la figura del soldado: en campos de tiro, en postura de firmes y también muerto. El propio artista evocaba este momento en una entrevista en el MACBA: “Son autobiografía pura de ese gran aburrimiento que fue el entrenamiento militar.” Unos y otros configuran un alegado antibélico y avanzan alguno de los rasgos que con los años han caracterizado el trabajo de Miralda: un lenguaje cargado de humor y una celebración de la vida. El paso siguiente fue incorporar soldaditos de juguete en objetos hallados como mobiliario, esculturas y también monumentos públicos en una serie ampliamente conocida, los Soldats Soldés.

OBRAS EN LA COLECCIÓN DE MIRALDA