Auschwitz, 1997

«El retorno a la naturaleza me sirve desde siempre como un retorno al lugar donde soy capaz de reflexionar. Una reflexión que no entiendo alejada de la cultura.» Para Francesc Abad, cultura y naturaleza forman parte de un mismo registro, tan vital como simbólico. «El gesto de escribir la palabra Auschwitz y el hecho de que el paso del tiempo la haga desaparecer me sirve para construir memoria.» Una memoria que, en el caso personal del artista, se arraiga en los primeros relatos orales escuchados en la infancia, bajo un árbol caqui con una entidad inglesa en la casa de los trabajadores del textil en Terrassa. Como explica el propio Abad: «Más adelante, esta cultura de la memoria, la de los perdedores, se tornaría un vocabulario ético en mi trabajo artístico.» Ante una sociedad que tiende al olvido, este sentido de la responsabilidad y la memoria colectiva actúa como un imperativo ético que pasa por delante de cualquier otra consideración estética o formal.