Las propuestas de Estel Boada parten de lo característico del lugar donde trabaja, y siempre piensa en sus potencialidades para generar espacios de encuentro singulares y extraños. Desde una convocatoria pública para cantar en los funiculares de Barcelona hasta una exposición a la que se accede escalando la fachada del edificio. El cuerpo y la voz son dos de sus fijaciones actuales. Por eso el baile y la música son actualmente los dos campos en los que centra su práctica artística.

Estel presenta un vídeo en el que se acerca, con una atención especial, a la casa de su madre, donde está pasando el confinamiento. Un recorrido por aquello que quizá nos pasa desapercibido adquiere ahora relevancia. Así, su vídeo es una invitación a interactuar con los espacios y los objetos de casa como si fueran nuestros compañeros y amigos. Una nueva relación que nos desborda por todas las posibilidades que abre, como podemos ver en el relato que nos presenta la artista. Una experiencia en la que, de repente, nuestra mirada y la manera de interactuar con el espacio se viera alterada. Y en esta nueva disposición, reconocer las formas, las texturas y la temperatura en aquellos materiales y volúmenes con los que convivimos diariamente. Inventarnos el movimiento de los objetos. Jugar a ocupar y bailar los espacios vacíos. Recorrer todas las superficies y los rincones con la mano o el cuerpo, dejando la vista en un segundo plano.

Una propuesta que nos pide una nueva percepción de lo que nos rodea a diario para fijarnos detalladamente en ello. Una exploración en la que el cuerpo y el tacto adquieran un especial protagonismo y en la que nos dejemos sorprender por aquellos espacios habituales y redescubrirlos.

 

 

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