Hacer una visita es como bailar en el museo. Sentimos una ebullición de nervios antes de empezar cada danza. Pasos que nunca son iguales. Movimientos que nacen de la improvisación. Cuerpos que se encuentran por primera vez: ¿conocéis el museo? ¿Habéis visitado la exposición? ¿Tenéis algún vínculo con el arte contemporáneo? ¿Qué habéis desayunado? Soy Eva, soy Marina, soy Angelica. Voces que se deslizan, alguna más tímidas, otras más resueltas, que ocupan más espacio. Nos asalta la necesidad de conocer a las personas con quienes vamos a compartir espacio y tiempo. Nos acercamos despacio. La acogida es el primer acompañamiento, el primer momento de escucha. Es la preparación de una coreografía y el inicio de la mezcla de los relatos que se encarnarán en las salas.

Sí, conozco el museo. Hace mucho que no vengo. Croissant de jamón y queso y un café con leche. Me gusta más la pintura. Intentamos generar complicidades, romper el hielo, el miedo de responder y de preguntar. Acompañar significa invitar a aceptar el no entender, huir de la urgencia de dominar todo el conocimiento. Quizá no sea más que abrir la pregunta. ¿Qué representa? ¿Qué quería decir con eso? ¿Eso también es una obra? Preguntas para las que no tenemos una respuesta concreta, pero que nos ayudan a ampliar los relatos posibles. Cada duda implica abrir una nueva capa, es una madeja de la que vamos tirando los hilos. Y en este gesto de abrir y deshacer, el guion se sacude y se deja contaminar por los saberes propios de cada grupo. El relato de una exposición lo acaban generando esas capas; no solo es nuestro discurso lo que impregna las obras, sino que los comentarios y las preguntas de las visitantes también las definen y las modelan, afectando las próximas danzas.

¿Estáis cansadas? ¿Tenéis calor? En una visita es necesario velar por los cuerpos que la viven, que se mueven y se desplazan por las salas expositivas. Algunos, cansados y lánguidos; otros, excitados e impacientes. Durante el recorrido proponemos espacios de pausa y reflexión propia que no pretenden buscar conclusiones ni respuestas finitas. El grupo se disemina, cada cuerpo a su ritmo, y nosotras dejamos que se explayen. Sentimos que cuando se les da la posibilidad de habitar el espacio por su cuenta se producen un tipo de relaciones que van más allá del discurso. Relaciones con las obras, con la arquitectura del museo, entre ellas y con nosotras. Son espacios de distensión en los que se rompen las jerarquías del grupo, en los que se percibe de otra manera.

En esos espacios estamos nosotras. En el deseo de hacer cohabitar un relato fluido, colectivo y en movimiento. Somos tres personas explicando unas mismas salas, unas mismas obras. Pero nuestro bagaje y nuestros desplazamientos son distintos, como lo son los de las visitantes. En cada ocasión aprendemos y expandimos el relato de la exposición juntas; cada visita es una nueva coreografía.

pli-é collective, grupo de investigación y curadoría formado por Eva Paià, Marina Ribot Pallicer y Angelica Tognetti.

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