Programa de debates coordinado por Clara Bardón, Enric Berenguer, Guillem Homet y Montserrat Puig
La antipsiquiatría se inscribió en un movimiento de crítica institucional que desbordaba ampliamente el marco específico de la salud mental. Se trataba de luchar contra toda una serie de figuras de la autoridad tradicional en muy diversos frentes, en la corriente de los movimientos contestatarios que encontraron en el mayo del 68 francés a uno de sus elementos más duraderos, sin olvidar la primavera de Praga, símbolo de que la lucha contra el autoritarismo no se limitaba al frente Occidental. En este sentido, la desinstitucionalización del enfermo mental, y el desmantelamiento de los viejos sanatorios, no se pueden aislar de una profunda corriente crítica que corroe las bases no solo de una amplia diversidad de instituciones (entre ellas, la familia y la escuela en el sentido clásico), sino de la idea misma de institución.
Por otra parte, la antipsiquiatría formaba parte de un amplio movimiento que reconocía la naturaleza hondamente política de toda una serie de aspectos de la vida de las personas (salud, sexualidad, vida cotidiana, relaciones sociales y laborales). Puede ser descrita, por tanto, como parte de un proceso de politización de la vida cotidiana que tuvo una gran amplitud y repercusión tanto en Europa como en Estados Unidos.
De hecho, la corriente antiinstitucional a la que nos referimos tuvo tal éxito que hasta cierto punto se quedó sin objeto. Los manicomios se abrieron en gran parte, las terapéuticas se humanizaron… En la actualidad, los análisis foucaultianos de la institución han cedido el paso a trabajos como el de François Dubet, que plantean la situación en términos de declive. Según él, este ideal constituía un elemento fundamental de la civilización occidental, un elemento surgido de la religión y sometido luego a un largo proceso de secularización, sin que hasta años recientes se modificaran, sin embargo, sus características más esenciales.
¿Qué ha venido a ocupar el lugar de la vieja institución psiquiátrica? Sería un error no ver lo que constituye un activo indiscutible de la antipsiquiatría, que ha dejado verdadero poso: la constitución de una red de salud mental, cuyos profesionales han luchado contra la segregación y contra la reducción de los sujetos sufrientes a meros cuerpos, aunque muchas veces hayan tenido que hacerlo en condiciones adversas.
Sin embargo, una tendencia de fondo va minando desde hace tiempo estas ganancias, de un modo que se refleja en las políticas sanitarias, especialmente en los presupuestos, en los que cantidades cada vez mayores de dinero dejan de destinarse a las personas para destinarse a los fármacos. La biologización de la psiquiatría ha llevado a una apuesta excesiva por el fármaco, que en muchos ámbitos ha pasado de ser considerado un recurso entre otros a constituirse en el referente único.
Estos debates se programan en el contexto del Programa abierto del PEI.