La Cocina ha sido un espacio de lujo, en parte por la riqueza que nos han brindado nuestros invitados. Hoy queríamos agradecer a dos de ellos el haber compartido con nosotros su visión del amor en relación con la cocina y su cultura. Ellos son Clayton Thomas-Müller, activista ecologista por los derechos de los pueblos indígenas de Canadá, que se vino a comer con nosotras después de su participación en el COP25 de Madrid, y Chuy Salas, delegado del Conservatorio de la Cultura Gastronómica Mexicana, que nos presentó su tesis sobre barbacoas y masculinidades y el proyecto de las cocineras tradicionales de Coahuila. Os dejamos un video maravilloso de este colectivo realizado en colaboración con la UOC para la Semana por el Derecho a la Alimentación y que presentamos en nuestro espacio de La Cocina entrecruzando la sabiduría y los conocimientos culinarios de Mujeres Pa’lante, Dones del Casal de Gent Gran Mediterrània de la Barceloneta y Cocineras Tradicionales de Coahuila.

Leche de avena. Martina Manyà
     Leche de avena. Martina Manyà

Chuy nos explicó que en México el amor se mide por la cantidad de espuma que contiene una taza de chocolate. Antes de servirla, se pasa varias veces entre dos vasos o recipientes; cuantas más veces se pasa de uno a otro, más espuma se genera. Hay una relación directa entre la espuma y el tiempo que se le dedica. El tiempo y la dedicación se asocian con el amor que se siente hacia la otra persona.

Clayton nos explicó que, en su comunidad indígena de Canadá, se dice que el ingrediente más importante de una receta es el amor de las mujeres mayores o abuelas. Una de las muchas imposiciones colonialistas que se implantaron en su comunidad fue el racionamiento, que comportó la introducción de azúcar blanco, harina refinada y otros alimentos procesados de la peor calidad. Las mujeres convertían todos esos ingredientes en tortas deliciosas, amasándolos con mucho amor. El único ingrediente realmente nutritivo de esas tortas sigue siendo el amor que nutre las almas; el resto de los ingredientes han sido causa de diabetes y enfermedades cardiovasculares que antes de la colonización no sufrían. Ya llevamos un tiempo confinadas, algo hemos reflexionado. En estos tiempos de crisis y emergencia, sentimos la necesidad de hacer surgir nuevas formas de amor ya conocidas, pero a menudo poco valoradas, invisibilizadas o despreciadas. Parece que vamos a tener que dar otro papel al amor y a la interdependencia si queremos que la vida arraigue.


Hoy destacamos, citamos y damos las gracias también a Carmen Alcaraz, periodista feminista especializada en gastronomía, que en una de nuestras sesiones en La Cocina nos nutrió con todo tipo de datos e informaciones que hacían visible el desprestigio hacia esas prácticas que han cuidado y cuidan la vida. Esta nos parece muy ilustrativa: En 1950, en un artículo del ABC, un señor escribió: «La mujer no es buena cocinera, su cocina es de campo, de barrio, de pueblo; la del hombre es magistral, suntuaria, académica». Nos apetece compartir una receta de leche vegetal, ya que el recuerdo del contacto con la leche nos transporta a veces a esos primeros momentos de calidez en los que una nueva vida comienza.

Tal y como un bebé se agarra a la teta, «se come, y al hacerlo, se hace el amor e, invirtiendo la relación, hacer el amor siempre tiene algo de ejercicio caníbal, porque la boca es un órgano vivo que se rige por su propia conciencia de avidez, de absorber, como una pulsión original de todo lo vivo para sobrevivir».*

*Palabras de la socióloga Noëlle Châtelet, recogidas por Vázquez Montalbán y citadas por José Berasaluce en El engaño de la gastronomía española (Ediciones Trea, p. 67).

Leche de avena

Esta es una receta muy fácil, económica, sencilla y básica propuesta por Anabela Moreira dos Santos y Sandra Pereira da Rocha (Portugal) que compartieron con nosotras en el seminario Autogestión cerda. Encuentro entre colectivos queer autogestionados mientras dialogamos con complejidad, contradicciones y sentido crítico sobre el cocinar y el comer, poniendo en el centro las herramientas y la reflexión sobre la vida de los seres humanos y no humanos.

Instrucciones

La noche antes podemos dejar en remojo el vaso de copos de avena para que se ablanden, pero no es estrictamente necesario. 

Batimos la avena con el dátil y el litro de agua, mezclamos bien y añadimos la pizca de sal. 

Filtramos la mezcla con una gasa o trapo de hilo. Hay que hacer un nudo al trapo e ir presionándolo con las manos para que la leche vaya saliendo y se separe de los restos de avena. Veréis que al final los copos van soltando un líquido muy cremoso y espeso que le dará mucho cuerpo a la leche.
Podéis aprovechar los restos de avena para nutrir vuestra piel. Os podéis hacer una mascarilla o hidrataros manos y cuerpo. En realidad, hay muchas maneras de aprovechar los restos; experimentar y compartir para muchas es un gusto.

La leche de avena tiene muchas propiedades; entre ellas, favorece la flora intestinal. Es rica en vitaminas del grupo B, contiene hierro, calcio, fósforo, magnesio, omega 6, cobre y zinc. Además, contiene oligoelementos y avenina, un alcaloide calmante. Puede que estos días mantener la calma también nos ayude a convivir y amar.