• 00:01 Intro: hago barcos, hago casas, hago tiendas
  • 00:38 Veranos en la Garrotxa. Háztelo tú mismo
  • 03:37 Estudiante de Bellas Artes. Montador de exposiciones
  • 05:44 Primeras obras: arquitecturas experienciales y el paso del tiempo
  • 10:51 La obra de arte desaparece
  • 12:31 Constructor de barcos: Fitzcarraldo, Centre d’Art Santa Mònica (2004- 2005)
  • 14:37 Fitzcarraldo: acercarse al público
  • 16:38 El arte sale del museo. Los públicos del arte
  • 19:20 Las explicaciones del arte
  • 21:24 Precariedades
14/03/2016 24' 1''
Catalán

"Creo que si puedes explicar una obra de arte con una historia corta, ya es suficiente; no es necesario verla", declara Martí Anson (Mataró, 1967) en el statement de su web. El objeto artístico es tan solo una ilusión. Lo importante para él son las historias. Y el arte no deja de ser un medio, como cualquier otro, para contarlas.

Mientras estudiaba Bellas Artes en la Universitat de Barcelona, Anson trabajaba como montador de exposiciones. Una ocupación que le permitió conocer desde dentro los engranajes del mundo del arte. Así, sus primeras piezas participan del espíritu del arte conceptual catalán del momento –recibiendo especial influencia de Pep Agut–, pero a su vez son trabajos en los que se aprecia la huella de su etapa de montador y su interés por los procesos de montaje y las relaciones que las obras establecen con los espacios expositivos.

Trabajos como "L’ull de l'artista" (1995), "Welcome / Welcome" (1999) –pertenecientes a la Colección MACBA–, "Bon dia" (1999-2000) o "L'apartament" (2002), son instalaciones arquitectónicas en las que se invita al espectador a transitar recorridos que siempre acaban frustrando sus expectativas, ya sean visuales, espaciales o conceptuales.

Poco a poco, la obra de arte desaparece y es el artista, en pleno proceso de trabajo, el que ocupa las salas del museo. En Fitzcarraldo (2004-2005), Anson se pasó 55 días construyendo un barco de madera en el Centre d’Art Santa Mònica de Barcelona. Este fue el tiempo que duró la exposición. De hecho, el día de la inauguración la sala estaba vacía, pues Anson comenzaba justo entonces a desplegar los planos.

El artista sabía de antemano que aquel velero jamás podría abandonar el museo, ya que sus dimensiones eran mayores que las de la puerta de salida. Para sacarlo no tuvo más remedio que destruirlo. Y Fitzcarraldo se convirtió así en un proyecto sisífico, con el que se cuestionaba el papel de las instituciones artísticas, se sacudían los cimientos del proceso creativo y se replanteaban los roles del artista y del espectador.

Pero, tras esta gesta, Anson dio un paso más y salió a la calle. En piezas como "Martí i la fàbrica" (2009), "Mataró Chauffeur Service" (2011), "Joaquim and Son" (2012) o la La botiga de l’Anson (2015), el artista abandona los espacios del arte para llevarse sus historias a cuestas a otra parte.

Los trabajos de Anson crean complicidades con la cotidianeidad, repescando historias o situaciones ya contadas que, al trasladarse a un contexto artístico, adquieren nuevas lecturas y amplían públicos y significados. “Todo lo que hago –declara en su web– es copiar algo que alguien ya ha hecho antes: Peter Handke, Wim Wenders, historias locales, ideas políticas, muebles de los setenta, casas de vacaciones, etc.”

Sus referentes son eclécticos. Es un lector voraz de narrativa: Javier Tomeo, Peter Handke, Thomas Bernhard o George Saunders. Pero sobre todo reconoce la influencia directa del cine en su obra. Werner Herzog tuvo algo que ver con su Fitzcarraldo; de Wim Wenders surge una pieza como Walt & Travis (2003); y el" Willy Wonka and the Chocolate Factory" de 1971 sirvió de inspiración para Martí y la fábrica. Y no solo eso, Anson menciona también a Jacques Tati, Buster Keaton o Bruce Willis y se declara admirador de la saga "Star Wars".

 

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EspecialesFONS ÀUDIOMartí AnsonFONS ÀUDIOCreative CommonsColección MACBA#ColMacba31

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