Antagonismos. Casos de estudio


Antagonismos es un proyecto de investigación que examina algunos aspectos políticos y de carácter activista de las prácticas artísticas desde los años sesenta hasta la actualidad. La exposición presenta "casos de estudio" o proyectos específicos en los que el objeto estético se utiliza como herramienta de observación social y práctica crítica, y que manifiestan de forma explícita actitudes artísticas de resistencia cultural. En este sentido, se combinan obras principales para entender la trayectoria personal de algunos autores con contribuciones puntuales de otros artistas, que sin constituir necesariamente uno de sus núcleos discursivos, significaron en su momento una clara toma de partido de sus autores frente a conflictos sociales determinados. Así, por ejemplo, confluyen en el mismo espacio La Salle blanche (1975), de Marcel Broodthaers, y 12 forme del giugno (1967), de Alighiero & Boetti. En este último caso, el artista italiano reacciona "plásticamente" ante los conflictos armados que estaban teniendo lugar en diversos lugares del mundo en aquella época, configurando una cartografía de denuncia. Broodthaers, a su vez, con uno de sus trabajos fundamentales, al igual que la mayoría de los participantes en Antagonismos, testimonia ser consciente de los riesgos que supone actuar en una cultura y oponerse simultáneamente a ella, entendiéndola incluso como una entidad aparte. ¿Cómo enfrentarse a la casi forzosa asimilación institucional del arte? En la tradición de Marcel Duchamp, Broodthaers ofrece una posible solución transformando sus exposiciones en décors, o multiplicando la misma función social de la figura del artista.

El inicio cronológico de la exposición coincide con el desarrollo de la nueva sociedad del espectáculo, tras la conclusión definitiva de la posguerra. El posicionamiento ético general de la muestra se inspira en documentos históricos relevantes para situar las cuestiones que se abordan en Antagonismos, como son la colección de los boletines de la Internacional Situacionista, editados en París a partir de 1958. También en el modo en que, en aquellos tiempos, se produjeron reacciones de grupos de intelectuales y artistas que juzgaron imprescindible la intensificación de una cultura de la rebelión. Así, la legendaria proclama cultural revolucionaria de Guy Debord: "Pensamos, en principio, que es necesario cambiar el mundo. Deseamos el cambio más liberador de la sociedad y de la vida, en las que estamos atrapados. Sabemos que este cambio es posible mediante las acciones apropiadas." Fue entonces cuando, en diferentes ciudades de los dos continentes, se plantearon estrategias que redefinían el papel del artista, su actividad y su relación con el espectador y el contexto donde tiene lugar la transacción cultural. La exposición abarca un período que se inicia entonces y continúa hasta el presente, incluyendo colaboraciones especialmente producidas para la muestra, como FX. Sobre el fin del arte, de Pedro G. Romero, que trata sobre la idolatría y la iconoclasia.

Antagonismos no se articula como los resultados de una pretendida búsqueda enciclopédica, sino como un ensayo expositivo centrado en el estudio y la puesta a prueba de la efectividad política actual de unos datos –obras y documentos– que ayudan a esclarecer el entendimiento del período histórico que se analiza en la clave conceptual propuesta. Por ello se incluye el ejemplo de la Kunstakademie de Düsseldorf, empleando una forma alternativa de exposición que combina dos retóricas de presentación, -la de objetos artísticos y la de información documental- a fin de dar cuenta de lo sucedido en el intenso período entre 1965 y 1975 en aquel entorno local-internacional. En este sentido se demuestra cómo la universidad, siendo un lugar para la gestión del conocimiento, dispone de capacidad para operar como motor de resistencia colectiva y de experimentación social. En el caso de "Services", un proyecto colectivo organizado por Andrea Fraser y Helmut Draxler para la Universidad de Lüneburg (Alemania), se ofrece un modelo alternativo de exposición de arte contemporáneo en el que información, documentación, colaboración, proceso, distribución y política se articulan como dispositivo de acción crítica colectiva y de autoría múltiple, y en el que se plantea una fructífera relación entre el arte y los estudios culturales para la década de los años noventa. Por lo tanto, la condición específica de lo seleccionado, su gran pertinencia en relación con un momento emblemático en el tiempo, marcan la forma de selección de las obras y documentos.

Esta muestra se basa en una exploración ensayística en los archivos recientes y la actualidad del pensamiento artístico de Occidente, y en la fijación expositiva de algunas de sus expresiones visuales más sofisticadas sobre lo político. Como consecuencia de ello, creemos posible establecer, para los casos estudiados en Antagonismos, ciertas correspondencias –no necesariamente de causa-efecto– con hechos sociales conflictivos fundamentados en modelos complejos de actuación artística de acción-reacción, como son la revuelta de Mayo del 68 en Europa, la escalada de la guerra del Vietnam en Estados Unidos, y la represión de las dictaduras militares de los setenta en Latinoamérica. Acontecimientos, los tres, que marcaron a una generación de intelectuales formada tras el fin de la posguerra mundial; hechos históricos que siguen teniendo cierta influencia referencial en los comportamientos artísticos de la actualidad que aquí nos interesan, tras la caída del muro de Berlín o la implantación creciente de un modelo de globalidad mundial económica.

El proyecto suscribe la esencial diferenciación que Chantal Mouffe subraya certeramente entre dos términos sin duda próximos, pero que aluden a prácticas no coincidentes. Lo que Mouffe denomina politics es el conjunto de discursos y prácticas institucionales, o incluso artísticas, que contribuyen a afirmar y a reproducir cierto tipo de orden. Por otra parte está la idea de "lo político" que se corresponde con la dimensión del antagonismo; la distinción, pues, entre el amigo y el enemigo. Según Schmitt, esta diferencia puede surgir en cualquier tipo de relación; no se trataría de algo que permite ser localizado de un modo muy preciso; por el contrario, es una posibilidad presente constante (even-present). En este sentido la dimensión de "lo político", al estar siempre presente, nunca permite alcanzar la hegemonía completa, absoluta, inclusiva, que arrastra precisamente la práctica política preocupada por su propia naturaleza por el sistema, la reproducción o la deconstrucción de la hegemonía.

En este contexto Mouffe indica que las prácticas culturales y artísticas pueden desempeñar un papel central como uno de los niveles en los que se constituyen identificaciones y formas de la identidad: "No se puede trazar una distinción entre arte político y arte no político, porque todas las formas de la práctica artística contribuyen bien a la reproducción de un sentido común dado –y, en ese sentido, es política– o a la deconstrucción de su crítica."

El número de participantes en Antagonismos, individualmente o en colectivos, supera generosamente la cincuentena. Sin embargo, consideramos que lo más importante en esta exposición no son los nombres de los artistas. Lo principal son las obras y los documentos concretos que han sido finalmente seleccionados; los lugares y los momentos que estos testimonios recuerdan, las acciones o reacciones que estos individuos o colectivos artísticos producen en ciudades de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica frente a acontecimientos de gran impacto social, como por ejemplo los mencionados más arriba, el impacto del fin de la Guerra Fría en las sociedades opulentas, o la conversión de las ciudades en objetos para el consumo turístico. Lo que parece unir a la gran mayoría de los artistas participantes en Antagonismos es la conciencia compartida de asistencia colectiva a una prolongada crisis global de la representación, que se manifiesta en lo estético y en lo político, en lo psicológico y en lo económico. Por ello, como afirma Douglas Crimp en relación con la crisis del sida, la necesidad del activismo cultural como valor añadido al activismo político. Un activismo entendido como la tarea de reunión y diseminación de la información en primer término, pero entendiendo también que en determinadas circunstancias la cultura puede y debe desempeñar un papel fuerte respecto al activismo político, manifestando de modo inequívoco su potencial valor de resistencia. Antagonismos recoge sintéticamente la crónica de cuarenta años de interacción entre ambos. En esta relación se han dado momentos de alta tensión dialéctica que, como indica Timothy Clark, han forzado la renegociación de las dos categorías –arte y política–, como sucedió, por ejemplo, al inicio de los años setenta con la fructífera reacción artística frente al mundo de la televisión y su poder de diseminar la individualidad en una selva inacabable de reproducciones.
Así, lo que en el crisol de la política es una manifestación pública deriva en la acción directa urbana parisina de la Internacional Situacionista o, un cuarto de siglo después, en la interpelación teatral y la reivindicación feminista de las Guerrilla Girls, que editaron carteles o camisetas con eslóganes antimisóginos en Nueva York; los mass media son transformados por Muntadas en un medio alternativo para la comunicación social en el primer canal de televisión local del estado español en 1974; la celebración de la cultura institucionalizada, con la inauguración del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid un año después, constituye, para Valcárcel Medina, una valiosa posibilidad de infiltración a fin de desvelar cómo actúa el mecanismo de limitación que imponen los mismos aparatos de la cultura oficial.

Antagonismos tiene lugar en una época en la que el museo ha perdido gran parte de la credibilidad crítica que socialmente se le había llegado a atribuir como espacio aglutinante y garante legitimador del potencial transformador del arte. Muchos de los postulados de la modernidad todavía pretendían imaginar la configuración de un lugar ideal y utópico, así como un lenguaje innovador supuestamente natural y espontáneo. El museo es la encarnación perfecta de este deseo: un número indeterminado de artefactos se agrupa siguiendo las pautas de un sistema lógico establecido que tiende a hacer desvanecer la diversidad histórica o geográfica. Por este proceso la obra de arte se convierte incluso en una categoría ontológica que ya no parece fruto de un trabajo humano realizado en unas circunstancias históricas especificas, sino el resultado de un acto hecho por un ser universal y ahistórico.


José Lebrero Stals